Orden Sacerdotal

ORDEN SACERDOTAL

«Orden» indica un cuerpo eclesial, del que se entra a formar parte mediante una especial consagración (Ordenación), que, por un don singular del Espíritu Santo, permite ejercer una potestad sagrada al servicio del Pueblo de Dios en nombre y con la autoridad de Cristo.

El sacramento del Orden se compone de tres grados, que son insustituibles para la estructura orgánica de la Iglesia: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

Una llamada

La Iglesia necesita numerosos y santos sacerdotes que pastoreen el rebaño del Buen Pastor en su nombre, que unan a los hombres con Dios a través de los Sacramentos, que entreguen su vida para la gloria de Dios y vida de las almas.

El sacerdote es el hombre que más poder tiene en la tierra, porque puede hacer que Dios baje desde el cielo. Pero ese poder es un poder de servicio, en favor de todo el Pueblo de Dios. ¡Qué hermoso es dedicar la vida entera a estar con Jesús, siendo de sus amigos íntimos, y al servicio de los demás!

Si crees que el sacerdocio puede ser tu vocación, no dudes en contactar con los sacerdotes o consagrados de la parroquia.

¡Jesús sigue llamando!… ¿Y si te llama a ti?

Vida Consagrada

La vida consagrada es la dedicación total a Dios como a su amor supremo. Es la entrega, por un nuevo y peculiar título, a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo. Es la dedicación al servicio del Reino de Dios mediante la perfección de la caridad y a ser signo preclaro de la gloria celestial. Y todo esto vivido mediante la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia.

El don de la consagración lo ha recibido la Iglesia de Cristo, su Cabeza, para, a aquellos elegidos para seguirle hasta el final, configurarlos con Él de un modo tan pleno que su vida sea un grito de ¡¡Sólo Dios!! No hay nada más grande, ni más sublime, ni más trascendente, ni más necesario, ni mejor. Todos lo poseeremos un día en la eternidad, pero los consagrados adelantan esta vida de cielo para vivir ya aquí sólo y exclusivamente para Dios.

Y Jesús sigue llamando… No tengáis miedo, que es el Amor Infinito el que sale a vuestro encuentro. Con sinceridad, con pureza de corazón, con generosidad miradle a sus ojos, por los que destella la Verdad que consagra en ella a los que Él llama y lo siguen.