Una Semana Santa inolvidable
Estamos entrando en una Semana Santa inolvidable. Una Semana Santa en la que la mayoría no podrán confesarse, ni participar en las celebraciones litúrgicas, ni en los ratos de oración ante el Santísimo, ni en las procesiones, ni en los viacrucis en el templo o en la calle, ni en tantas otras cosas. Todo esto podemos verlo simplemente como limitaciones. Pero también podemos verlo como una gran oportunidad que Dios quiere aprovechar para nuestro bien.
Sí, Dios saca bien de todo mal. Es el momento de redescubrir las mil y una formas que la Misericordia Infinita inventa para llegar hasta nosotros. En este sentido, el Papa Francisco nos hablaba hace poco de cómo obtener el perdón de los pecados estos días. El Cardenal Sarah, como colaborador del Santo Padre, ha invitado a todos los fieles a unirse en oración a las celebraciones mediante las retransmisiones en directo de los medios de comunicación. Pero hay más…
Hay más porque lo que vamos a vivir es el misterio pascual, es decir, la cumbre de la vida de Jesús: su pasión, muerte y resurrección. Y el misterio pascual es obra de la Trinidad -¡esto es muy profundo!-. Al Padre se le remueven las entrañas en misericordia y decide salvar al hombre caído entregándonos a su Hijo con todas las consecuencias. El Hijo nos entrega su enseñanza, sus signos y hasta la última gota de su sangre. El Espíritu Santo es ese amor del Padre que se complace en su Hijo, ese amor del Hijo que quiere hacer siempre la voluntad de su Padre y ese amor de los dos por ti. Y los Tres están viviendo ahora mismo, te están besando, te están entregando toda su vida infinita. Esto es la vida de la gracia.
Hay más porque Jesús, en esa pasión que acabamos de escuchar en el Evangelio, todo lo hizo por nosotros. ¡Por ti! Él, en su alma inmensa, era capaz de contemplar y vivir toda tu vida. También vivía estos momentos tuyos de confinamiento, de enfermedad en el hospital o de trabajo agotador. Para que no estés nunca solo, para ayudarte a llevar tu cruz, para redimir cada segundo de tu vida. En esa unión íntima y constante contigo, Él quiso pasar por aquel martirio atroz para que tú recibieras la misma vida de Dios, y así pudieras, un día, llegar al cielo. Por eso, lo que hagamos hoy, Jesús lo recibió verdaderamente en Getsemaní o en el Calvario. Estamos conectados porque Él «atrajo hacia sí» a todos los hombres de todos los tiempos. Si tú lo amas, lo consuelas, le pides perdón, vives en gracia, oras, cumples su voluntad, abrazas tu cruz, todo eso le llega en aquellos momentos durísimos. Esto es lo que la Madre Trinidad llama el momento presente del alma de Cristo. Terrible misterio… que hay que pensar despacio y meditar estos días.
Es verdad, nos faltan muchas cosas este año. Pero tenemos la más importante de todas: la unión con Jesús, y por Él, con el Padre y el Espíritu Santo. ¡No perdamos la oportunidad de vivirla! Devolvamos amor al que nos amó primero. Aclamemos hoy al Mesías con los niños de Jerusalén. Acompañémoslo en su sufrimiento del jueves y viernes santos. Cantemos de júbilo cuando llegue su resurrección. Respondamos con nuestra entrega.
María, Madre dolorosa, enséñanos a vivir con Jesús a cada paso estos días y ya siempre. Ayúdanos a que, sobre todo interiormente, esta sea una Semana Santa inolvidable.