Homilía: 4º Domingo de Pascua (ciclo C)

Jesús es el Buen Pastor. Ese Buen Pastor que nos que nos da la vida eterna y nos conoce a nosotros sus ovejas.

Quizás, como lo hemos oído tantas veces, parece que nos acostumbramos… Pero, ¿lo hemos pensado bien? ¿Quién puede por sus propias fuerzas decir: “Yo voy a vivir siempre?” ¡Nadie puede! Sólo Él puede vencer a la muerte y darnos la vida. Y no solo esta vida, sino la eterna, la de Dios, la que nos llenará completamente de la riqueza del Padre, de Él mismo Verbo encarnado y del Espíritu Santo.

Además de abrirnos las puertas de la vida eterna, Él nos guía por el camino hasta llegar allí, nos acompaña, nos alienta, nos corrige, nos perdona, nos cura, nos protege. ¡Qué bueno es Jesús! Cómo tenemos que confiar plenamente en Él. Cómo tenemos que escuchar su voz y cumplir lo que nos pide.

¿Y dónde está Jesús para poder acudir a él, para poder seguirlo? Jesús se ha quedado en su Iglesia. Y lo ha hecho de muchas formas: La principal es la Eucaristía. Pero, para que no podamos quejarnos de que no lo oímos o no lo entendemos, se ha quedado también a través de los Pastores de la Iglesia, que tienen el poder y la misión de realizar lo mismo que Jesús realizaba.

¿Y cuál es esa misión? El Catecismo de la Iglesia Católica nos lo resume en tres tareas: enseñar, santificar y gobernar. Tenemos que pedir al Señor para que los pastores ejerzan estas tres tareas como Dios quiere y nosotros las recibamos con corazón abierto.

  1. Enseñar: pidamos que los Pastores no enseñen opiniones personales o cosas para agradar al mundo, sino el Evangelio, la fe de la Iglesia. Cuando hacen esto, el Señor produce innumerables frutos. Y que nosotros aceptemos esta enseñanza verdadera, aunque eso suponga cambiar ciertas cosas en nuestras vidas.
  2. Santificar: pidamos que los Pastores no traicionen el tesoro de los sacramentos ni los distribuyan sin fe y sin vida, sino que los conserven y realicen con fidelidad, pues son el mayor tesoro de la Iglesia, y los transmitan convencidos de que el Señor actúa a través de ellos. Y que nosotros nos acerquemos a los sacramentos con fe y devoción para dejarnos santificar.
  3. Gobernar: pidamos que los Pastores no ejerzan la autoridad para cumplir sus propios deseos, sino para servir al pueblo de Dios con rectitud y misericordia. Y que nosotros, cuando nos orienten o tomen decisiones basándose en la fe o las leyes de la Iglesia, sepamos obedecer con mirada sobrenatural.

Estos Pastores de la Iglesia son el Papa, los Obispos y los sacerdotes. Pedid por nosotros para que seamos imagen del Buen Pastor.

Por último, vamos a orar intensamente por las vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Hay muchos jóvenes a los que el Señor quiere mirar con un cariño especial y los llama para que dejen todo y lo sigan. Todos en el cielo viviremos sólo para Dios, y seremos totalmente felices. Pues, a los que Él llama, les da el regalo de que empiecen a vivir ya aquí esa vida del cielo: Sólo Dios. El Señor llama a muchos. Tenemos que pedir que le escuchen y que le sigan que le escuchen y que les sigan.

Que María, Madre del Buen Pastor, nos alcance estas peticiones.