Homilía: Solemnidad de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María

Estamos celebrando con gran alegría la fiesta de nuestra parroquia: la solemnidad de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María. Un momento en la vida de Nuestra Señora que tiene un significado muy hermoso, y que D. Mario quiso recoger en el himno a la Virgen Niña, que cantaremos al final de la Misa. La tradición cuenta que S. Joaquín y Sta. Ana llevaron a la Santísima Virgen al templo cuando esta tenía tres años. Ella se entregaba desde niña total y exclusivamente a Dios, de quien estaba totalmente llena desde el momento de su concepción inmaculada. Y lo hacía en el templo, Ella que iba a ser la digna morada de Dios entre los hombres.

En este día, volvemos nuestra mirada a María, la Virgen Niña, para pedirle su intercesión por nuestra comunidad parroquial, que lleva su nombre. A toda ella, a todos vosotros, quisiera proponeros tres cosas para vivir este curso como Dios quiere y, por tanto, llenos de su paz y de su alegría:

  • Tomar más conciencia de que somos una familia: En los momentos difíciles es cuando más valoramos el abrigo y la protección de la familia. Nosotros somos Iglesia; no se puede ser más. Y lo somos en esta comunidad, pequeña y sencilla, pero viva y alegre que es la parroquia. Sintámosla como nuestra familia, porque así es. Yo quiero agradeceros a todos vuestra colaboración, en estos meses complicados, a través de vuestro tiempo, de vuestra aportación económica, de vuestra oración. Vivamos cada día más unidos entre nosotros, pendientes de las necesidades de los otros, perdonando las miserias que todos tenemos, buscando hacer felices a los demás. Y para conseguirlo, hemos de empezar por nuestras propias casas
  • Amar y acudir con confianza a María: Nuestra Madre bendita, nuestra abogada, nuestro refugio. Ella nos mira con cariño y ternura, y se alegra cuando acudimos a Ella pidiéndole todo aquello que necesitamos con un corazón humilde y limpio. Ella intercede por nosotros. Ella es ejemplo y estímulo para nosotros en este valle de lágrimas. Ella es causa de nuestra alegría porque nos da a Dios y, en Él, todas las gracias. Acudamos a ella en la intimidad de nuestro corazón. Mirémosla a través de su bendita imagen con el corazón abierto de par en par. Recemos juntos en casa el rosario o cualquier otra oración para que ella fortalezca la unión de nuestras familias y de la gran familia parroquial.
  • Acompañar y consolar a Jesús en la Eucaristía: En este año en que no podemos hacer tantas cosas, en que estamos todos afectados de una u otra manera por la pandemia, ¡concentrémonos en lo esencial! Jesús en la Eucaristía es siempre el centro de toda la vida parroquial. En la custodia, está expuesto 5 horas al día. Ojalá pudieran ser más… ¿Estamos aprovechando esos ratos para hacer oración? Qué momentos de silencio, de intimidad, de alegría, de luz, de gracias quiere vivir el Señor con nosotros. ¡Venid, adoradores, adoremos! Vayamos unidos en familia, vayamos como familia parroquial, y consolemos el corazón lleno de amor y dolor de Jesús, que nos está esperando.

María, Tú que viviste siempre para solo Dios, Tú que estuviste siempre unida a Jesús, Tú que reuniste a los discípulos en la familia de la Iglesia naciente, ruega por todos los miembros de esta parroquia, especialmente por los que sufren, por los que están solos, por los que no pueden venir, por los necesitados, por los que están lejos de Dios. ¡Virgen Niña, ruega por nosotros!