Homilía: 4º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)

Jesús llega a Nazaret, su pueblo, y admira a todos con sus palabras llenas de gracia. Pero la soberbia ciega el corazón de sus paisanos, que se olvidan de esa admiración, lo rechazan y quieren incluso despeñarlo. Ojo, porque también hoy Dios habla a su Pueblo a través de dones o carismas que da a personas sencillas; debemos escucharlas siempre que estén en plena comunión con la Iglesia y son sus Pastores.

S. Pablo, en la segunda lectura, nos habla precisamente de este derramamiento de carismas, y nos señala cuál es el mayor de todos: la caridad. Vamos a detenernos en él.

Todos sabemos que hay muchos tipos de amor humano: de esposo, de madre, de amigo, de hijo… S. Pablo nos está hablando de un tipo de amor que no es solo humano, porque es el amor de Dios derramado en nuestros corazones. Es una combinación del don de Dios y de nuestra voluntad que quiere aceptarlo y ponerlo en práctica. Es el Espíritu Santo que se derrama en mi corazón para que yo pueda amar a Dios y a los demás plenamente. Es la caridad.

¿Y por qué es el carisma más importante? Porque es el único que dura para toda la eternidad. Cuando lleguemos al cielo, los otros dones divinos terminarán: la fe ya no será necesaria porque veremos a Dios, la esperanza tampoco porque ya tendremos lo que aquí esperamos, y así todos los demás. Incluso entre los esposos, que allí ya no estarán casados, solo quedará el amor-caridad, el amor sobrenatural que se han tenido; lo demás, se queda aquí.

Como es tan importante vivir este amor, S. Pablo nos ayuda a ver si vamos por el buen camino enumerando las características de la caridad. Vamos a verlas y que cada uno las compare con su propia vida. Nos dice: “El amor…

  • …es paciente”: ¿Tengo paciencia con los defectos, lentitudes, impertinencias de los demás?
  • …es benigno”: ¿Busco el verdadero bien del otro, o me aprovecho de él?
  • …no tiene envidia”: ¿Me produce tristeza el bien o el éxito del otro?
  • …no presume, no se engríe”: ¿Voy subrayando siempre lo bien que lo hago o las capacidades que tengo?
  • …no es indecoroso”: ¿Respeto siempre al otro evitando lo que pueda escandalizarlo?
  • …ni egoísta”: ¿Me descubro casi siempre pensando en mí mismo?
  • …no se irrita”: ¿Me dejo llevar por los calentones que me entran cuando me fastidian?
  • …no lleva cuentas del mal”: ¿Voy haciendo como una lista de agravios recibidos?
  • …no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad”: ¿Me burlo de los demás cuando se equivocan o les va mal? ¿Me alegro cuando se muestra la verdad, aunque me deje en evidencia?
  • «Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta»: ¿Procuro de verdad llegar a ese «todo»?

Como veis, probablemente todos tenemos mucho que mejorar para que la caridad reine en nuestra vida. Vamos a meditar en la oración de estos días estas preguntas y el pasaje completo de la carta a los Corintios para ir profundizando en ello. Y vamos a pedir a la Virgen y a S. Pablo su intercesión para que el Espíritu Santo se derrame y encienda en nosotros la llama de su amor.