Homilía: 3er Domingo de Pascua

El Evangelio de hoy nos cuenta otra aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles. Los dos discípulos de Emaús, aquellos que reconocieron al Señor al partir el pan, acaban de llegar a toda prisa, y están contando lo que les ha sucedido por el camino. En esto, aparece Jesús. Y su presencia les produce tanta alegría y tanta impresión, que no saben ni cómo reaccionar…

Hay tres grandes enseñanzas que esta aparición quiere transmitirnos:

  • La primera es que la resurrección de Jesús fue real, concreto, visible y palpable. Es Jesús mismo a quien tienen delante, no un fantasma: “palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que Yo tengo”; y además “comió delante de ellos”. Esta constatación es fundamental para nuestra fe, que está fundamentada sobre el hecho absolutamente novedoso de la resurrección. Esta fue un hecho concreto y palpable, no algo simbólico, ni una apreciación psicológica de los discípulos, ni una manera de hacer presente al Señor… no. En este pasaje del Evangelio, como en muchos otros, Jesús lo deja claro: verdaderamente ha resucitado.
  • La segunda enseñanza es que Jesús actúa en los discípulos. Su saludo –“paz a vosotros”–, sus otras palabras y sus acciones, obran verdaderamente una transformación en ellos, los llena de sus dones: “les abrió el entendimiento para comprender las escrituras”. Jesús quiere obrar este mismo cambio en ti este año: Quiere llenarte de paz, de alegría, de esperanza, de fortaleza, de sabiduría, de mirada sobrenatural. Pero, para ello, necesita que te acerques a Él, que le dejes obrar en ti su obra, que se lo pidas.
  • La tercera es que los discípulos se convierten en testigos del Señor, Al final del pasaje, Jesús les dice: “vosotros sois testigos de esto”. Les encomienda la misión de dar testimonio de ese encuentro verdadero y de esa transformación que han vivido, para llevar a todos la esperanza y el don de la fe, que nos obtiene la salvación. Y así lo hicieron: fue tal el encuentro con Jesús vivo y tal la acción de Dios en ellos, ¡que no se podían aguantar!, que tenían que contar a todos que Jesús había resucitado. ¿Quieres que este mundo tenga más paz, más alegría, más esperanza? ¿Quieres que tus hermanos se salven? Pues, en parte depende de tu testimonio. Sé valiente, no tengas miedo, que Jesús es quien te envía.

Vivamos este tiempo de Pascua de la mano de María, pidiendo a la Reina del Cielo que nos alcance saborear la verdad de la resurrección de Jesús, dejarnos transformar por su acción santificadora y convertirnos en sus testigos allí donde su voluntad nos haya colocado.