Toda la liturgia de hoy nos invita a la alegría. Es el domingo que llamamos «gaudete«, porque la antífona de entrada dice: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos”. Pero no solo esa antífona nos habla de la alegría. En la primera lectura, el profeta Isaías nos ha dicho: “Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha puesto un traje de salvación”. En el salmo, la Virgen exclama: “se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador”. Y en la segunda lectura, S. Pablo dice a los tesalonicenses: “estad siempre alegres”.
¿Y por qué tenemos que estar alegres? Porque el Señor está ya muy cerca, ya llega a salvarnos, ya va a cumplir el anhelo de todos los pueblos, ya va a unirnos de nuevo con Dios. Y lo va a hacer por amor a cada uno de nosotros.
En este contexto de alegría profunda del Adviento y de toda nuestra vida porque Dios nos ama y es nuestro Padre, la Iglesia presenta de nuevo la figura de S. Juan Bautista. Y en él, vemos dos características que se nos proponen para vivir esta espera gozosa: la humildad y la fe.
S. Juan reconoce la verdad cuando le preguntan: «¿Eres tú el Mesías?». Él no se aprovecha de su posición ni de su buena fama, sino que acepta con franqueza y sencillez la verdad: «Yo no soy el Mesías… Yo soy la voz que grita en el desierto».
Al mismo tiempo que reconoce su propia misión, anuncia a Cristo, al mismo al que un día señalará como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Da testimonio de Jesús con valentía, como con valentía llegará a morir por dar testimonio de la verdad.
Hermano, permíteme que te pregunte: ¿estás viviendo el Adviento con humildad y fe? O, más simplemente: ¿estás viviendo el Adviento? ¿Estás haciendo algo especial? ¿O van pasando los días como si nada? Reconozcamos con humildad nuestra necesidad de la venida del Señor. Aumentemos nuestra fe en Él, nuestro Dios y Salvador. Hagamos más oración. Y no solo vivamos esta doble postura interiormente, sino aprovechemos este tiempo propicio para manifestarlo hacia afuera. Cuántas ocasiones vamos a tener en estos días para hablar de la Navidad… Pues hagámoslo con humildad, con fe, con profundidad.
María nos ayude a vivir llenos de alegría estos pocos días que quedan para el nacimiento de Jesús.