Habían trazado un ingenioso plan para comprometer a Jesús. Se acercan a Él miembros de dos bandos opuestos: por un lado, los fariseos, que representaban a los judíos cumplidores, orgullosos de ser el pueblo elegido por Dios; por el otro, los herodianos, es decir, partidarios de Herodes, que era un rey aliado con los invasores romanos. Al llegar, le hacen una pregunta que pretende provocar que Jesús se ponga de parte de uno de los bandos: si dice que no hay que pagar impuestos, se pone de parte de los judíos y, por tanto, puede ser acusado ante los romanos; si dice que sí hay que pagar, se pone de parte de los romanos y por tanto podrían acusarlo de ser infiel al pueblo judío. La respuesta de Jesús no solo deshace los planes de sus enemigos, sino que nos deja una enseñanza importantísima para todos los tiempos y todas las naciones: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Dios ha establecido un orden en la vida de cualquier comunidad, y ha dado autoridad a algunos miembros sobre otros. Por ejemplo: los padres tienen autoridad sobre los hijos, así como los gobernantes sobre los súbditos. Los que tienen la autoridad deben ejercerla con justicia y buscando el bien común. Los demás, deben obedecer en aquello que no se oponga a la ley de Dios. ¡Qué bien nos vendría leer la doctrina social de la Iglesia…!
A veces, tenemos la tentación de obedecer solamente si nos gusta lo que nos mandan, o si el que manda nos cae bien, o si es católico. De esto nos habla la primera lectura de hoy, en la que Dios le dice a Ciro, un rey pagano, que será un instrumento del plan divino aunque no sea creyente. Y es que Dios sigue existiendo aunque un gobernante no crea en Él. Él juzgará a las naciones. Él está infinitamente por encima de los hombres. Él no es un gobernante más, ni un partido político más. Y desde su altura, se goza cuando un gobernante ejerce su tarea justamente, como se alegra cuando un padre le manda cosas buenas a su hijo. Del mismo modo, el Señor se alegra cuando los súbditos obedecemos en aquello que es justo a las autoridades civiles, o sea, en el que no vaya contra la ley de Dios. Por eso, si hay alguna ley injusta no solo no tenemos obligación de cumplirla sino que debemos desobedecerla en el caso de que quisieran obligarnos a ponerla por obra. Ahí tenemos el ejemplo de la eutanasia o del aborto.
En esta temporada, en que todos estamos ya un poco cansados de tantas normas, tanto cambio, viendo que si nuestros políticos lo hacen mal… a veces tenemos la tentación de enfadarnos, de hablar mal, de insultar, de desobedecer… ¡No hermanos, no lo hagamos mal también nosotros! Demos al César lo que es del César para que nadie pueda recriminar nos nada. Y, si a veces nos entra mucha rabia por la situación política, procuremos aprovecharla para intensificar nuestra oración y nuestro sacrificio por nuestros dirigentes y por España entera. Es parte en la misión de la Iglesia orar por unos políticos. Vamos a orar para que se conviertan, o al menos para que ejerzan su tarea en justicia. Y vamos a orar para que el Señor suscite buenos políticos cristianos que actúen como tales.
Pero no podemos conformarnos con ser buenos ciudadanos, buenos vecinos, buenos alumnos o buenos padres. Tenemos que «dar a Dios lo que es de Dios». Y eso significa que como bautizados hemos sido llamados por el Señor para ser levadura allí donde estemos. En el día de las misiones, esto resuena con especial urgencia, porque la Iglesia es esencialmente misionera, y su misión es salvar a las almas. Por eso se va hasta los últimos confines de la tierra y, si allí hay necesidades materiales, también ayuda en ellas. Hoy es día de pedir por los que han marchado a un país lejano dejándolo todo para dedicar su vida entera a esta misión. Y, al mismo tiempo, es día de tomar conciencia de que tú eres misionero porque eres bautizado, de que el Señor confía en ti para que, con tu ejemplo, con tu sacrificio, con el cumplimiento de tu deber, con tu palabra y sobre todo con tu oración tienes que salvar almas. Cuánto confía el Señor en ti… ¡Adelante, que Él te ayudará!
Que María, Reina de las misiones, nos ayude a dar a al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios con el impulso y la alegría de ser discípulos misioneros.