Hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo Rey del universo y, en nuestra parroquia, el día de nuestra titular: Nuestra Señora la Virgen en su presentación en el templo cuando era niña.
El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús dialogando con Pilato, poco antes de que este lo condenara a muerte. Jesús le dice que Él es rey, pero su reino no es de este mundo. Su reino es el cielo, donde Él está en el centro como Dios y también como criatura suprema del universo. A ese reino, todos estamos invitados para gozar participando de la sabiduría, de la justicia, de la paz, del amor mismo de Dios. A ese reino, el mismo Jesús nos llama con amor infinito, demostrado de forma insuperable en su pasión y muerte por nosotros. En ese reino, todos formaremos una unidad, una gran familia donde no habrá envidias, rencores ni rivalidades, sino que la alegría de los demás aumentará la nuestra propia.
Ese reino que es el cielo, Jesús quiere que lo realicemos ya aquí. Y nos ha dejado los medios para ello. Por eso, podemos decir también que el reino de Cristo es la Iglesia. Iglesia en plenitud en el cielo, como Iglesia triunfante. Iglesia en camino en esta tierra, como Iglesia peregrina, cuyos miembros, a menudo, no realizamos el reino de Cristo, sino que llenamos de tristeza el corazón del Maestro porque ni lo conocemos a Él ni al Padre.
Pero hubo una persona que sí realizó perfectamente este reino de Cristo: María. Ella fue el “trono” que recibió a Dios hecho carne. Ella fue un sí continuo a la voluntad de Dios. Ella fue testimonio vivo de lo que el Señor quiere obrar en nosotros si le dejamos reinar en nuestro corazón.
Hoy, coincidiendo la solemnidad de Cristo Rey con el día de la Presentación de Nuestra Señora, miremos a la Virgen como modelo perfecto, y pidámosle, como madre acogedora, que nos alcance la gracia de, como ella, dejemos que Cristo reine en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestra gran familia parroquial y en el mundo entero. Que, mirando siempre al cielo, trabajemos para realizar ese reino en este mundo. Y que, mirando a este mundo con sus problemas e injusticias, nos alegremos en tener un sitio preparado en la eternidad.
Pidamos hoy especialmente a la Virgen para que nuestra comunidad parroquial sea siempre un lugar donde todos estemos unidos en paz, donde nos ayudemos, donde nos comprendamos, y donde nos demos a Cristo unos a otros porque Él sea siempre nuestro centro. A Él la gloria, el honor, el poder y el reinado por los siglos de los siglos. Amén.