Homilía: IV Domingo de Adviento (ciclo c)

Quedan solo 6 días para Navidad. Permitidme que os recuerde algo que todos sabéis: en Navidad celebramos el nacimiento de Jesucristo. No solamente lo recordamos, sino que lo vivimos. Como cada vez que celebramos la Misa, la Iglesia va a quitarnos el tiempo y el espacio que nos separan de la vida terrena de Jesús para ponernos frente a Él de verdad. De ahí que lo más importante en absoluto de la Navidad es asistir a la Misa del 25 o el 24 por la noche, que es la Misa del Gallo, tan bonita y que tanto nos ayuda a vivir el misterio.

Pero si, gracias a la Liturgia, vamos a presentarnos en el misterio de Belén, ¿cómo queremos ir? Pues bien preparados. Así, cuando entremos en el portal y estemos allí con la Sagrada Familia, los Ángeles y los pastores, María pueda mirarnos, llamarnos y darnos a ese bebé frágil y tierno que es el mismo Dios. Solo si tenemos un corazón preparado podremos recibir y hacer descansar a Jesús.

Y, ¿cómo podemos prepararnos estos días que quedan para la Navidad? En este domingo, la Liturgia nos muestra a María como modelo de preparación. Podríamos decir que, desde el pecado original, todo el Antiguo Testamento es una espera, un Adviento, del Mesías. Y, al final de ese gran Adviento, tenemos las figuras sobresalientes de S. Juan Bautista —del que hemos hablado los domingos anteriores— y de la Virgen María. Ella es el paradigma del Adviento. Por eso, siguiendo su ejemplo, podemos prepararnos concretamente así:

  1. Haciendo una buena confesión: María es la Inmaculada, la que no tuvo nunca pecado, y por eso agradó a Dios. Nosotros, pecadores, tenemos que aprovechar la gracia inmensa de la confesión, donde se nos derrama el perdón, la misericordia y la alegría de Dios. Y esforcémonos especialmente por mantenernos así, con el alma limpia, mediante el cumplimiento de la voluntad de Dios.
  2. Haciendo más oración: Es verdad que estos días son de mucho trajín, de muchos preparativos… ¡Pero lo más importante que tenemos que preparar es nuestra alma! Y el que mejor la prepara es el Señor. ¿Cómo viviría la Virgen estos días, en que estaría llegando a Belén? ¿Cómo hablaría en intimidad con su Hijo que era Dios? ¿No os parece que estaría todo el día en ambiente de oración? Vamos nosotros a aumentar aunque sea un poco nuestra oración ante Jesús en la Eucaristía estos días.
  3. Haciendo felices a los demás: En el Evangelio de hoy, María –que acaba de vivir el gran momento de la Encarnación– se pone en camino para ayudar a su prima Isabel que, en su vejez, había quedado encinta. Estos días, hagamos todos el esfuerzo de pensar en hacer felices a los demás, en servirlos, en estar pendiente de ellos, en llevarnos bien, en perdonar las ofensas, en estar unidos. ¡Jesús quiere que, en nuestras familias y en nuestras casas, lo recibamos unidos! Para eso se hizo hombre, para realizar ese gran misterio de unidad que es la Iglesia. Que, cuando nos mire con sus ojitos de Niño, nos encuentre así.

Que María, con quien hemos vivido todo este tiempo de Adviento, nos ayude a vivir esta Navidad tan especial mejor que nunca.