Este Jueves Santo, la mayoría de vosotros no puedo participar en la Cena del Señor. Pero hoy, es el mismo Señor el que te ha convocado a su mesa. Y lo ha hecho como lo hace Él: llamándote por tu nombre.
La liturgia nos permite estar ahora realmente en la Última Cena con Jesús. Por tanto, vamos a vivirla con la misma sorpresa y alegría que hubiéramos tenido en el cenáculo. O como si por primera vez viniéramos a Misa y nos encontráramos con este tesoro: dentro de unos momentos, Jesús va a convertir un trozo de pan en su cuerpo y un poco de vino en su sangre por las palabras del sacerdote. Y en ese momento, el de la Consagración, Dios mismo, que no cabe en ningún sitio, va a encerrarse ahí, en las apariencias de un poco de pan. Ahí va a estar presente también la humanidad de Cristo, verdadero hombre, que injerta en sí a todos los hombres para responder al Padre que sí en nombre de todos ellos. Es, por tanto, el misterio mismo de la Iglesia: comunión de Dios con los hombres. Además, ahí está Jesús como el recopilador de toda la creación que se presenta ante el Padre con ella renovada. La Eucaristía, por tanto, es el cumplimiento perfecto del plan de Dios.
En unos momentos, el mismo Jesús que predicaba y que hacía milagros va a estar delante de ti. Que no te pase como a algunos contemporáneos del Maestro que, precisamente cuando Él les explicaba este misterio, murmuraban diciendo: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». No te quedes en las apariencias, no mires solo con los ojos del cuerpo, mira la Sagrada Hostia también con los ojos del alma y entra dentro del misterio; ahí está Jesús de verdad.
Mas, el Señor te ama tanto, que no se conforma con que lo mires. Quiere estar tan cerca de ti que va a entrar dentro de ti, que se va a dejar comer por ti, que va a alimentar tu cuerpo transformándose en ti para que tú, espiritualmente, te transformes en Él. Cuando comulgues, si te has preparado, hazlo como si fuera la primera vez; que nada te distraiga, entra dentro de Jesús, que Él entra dentro de ti.
Déjame que te pregunte: ¿Hace cuánto tiempo que no experimentas dentro de ti la certeza de que el mismo Jesús está ahí, en la Eucaristía? ¿Lo has experimentado alguna vez? ¿Has sentido su presencia dulce, clara, serena, bondadosa, amorosa, purificadora, misericordiosa? Te aseguro que, al que se encuentra personalmente con Jesús, le cambia la vida. ¡Hoy es el día de tener un encuentro con Él!
Como sabes, hoy la custodia no puede recorrer las calles. Por eso, más que nunca, hoy la custodia eres tú, porque tú vas a llevar al Señor hasta que se deshagan las especies eucarísticas dentro de ti. ¡A ver cómo lo llevas!, ¡a ver qué le dices!, ¡a ver cuánto lo amas! Eres una custodia viva en la que Jesús quiere mostrarse y en la que quiere descansar.
María, que es la que siempre nos da Jesús, nos conceda vivir una jornada enamorados de Él.