Homilía: 2º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)

Llegamos hoy a la tercera manifestación del Señor. La primera fue el día de la Epifanía, en el que Jesús se manifestó como el Salvador de todos los pueblos. La segunda fue el bautismo de Jesús, en el que se manifestó como el Hijo de Dios. Y hoy, se manifiesta en las bodas de Caná. Vamos a ver cómo lo hace.

Estamos ante el primer signo o milagro de Jesús que nos relata el apóstol S. Juan. Él siempre nos da muchos detalles y al mismo tiempo utiliza muchos símbolos para que entremos en la profundidad de lo que significan las acciones de Jesús. En este caso, vamos a fijarnos en 3 cosas:

  1. La boda: Este marco de la boda nos recuerda esa relación de verdadero amor entre Dios y su pueblo, presente en todo el Antiguo Testamento y que nos ha recordado Isaías en la primera lectura diciendo: «a ti te llamarán “Mi predilecta”, y a tu tierra “Desposada”, porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá un esposo». Dios se desposa con su pueblo, y este desposorio, en Jesús, llega a su plenitud.
  2. El vino: en la boda, se terminó el vino y Jesús hace el milagro de transformar el agua en un vino mejor que el anterior, y que permite que la boda continúe. Con esto, S. Juan nos quiere decir que el vino del Antiguo Testamento se había terminado, y que es Jesús quien hace que esa alianza continúe y se renueve a través del vino nuevo. Es decir, que estamos presenciando un anuncio de la nueva alianza que Jesús sellará con su sangre.
  3. La Madre de Jesús: S. Juan nos habla de María desde el primer momento. Es ella la que insiste, la que intercede, la que consigue que Jesús realice este signo. Con esto, vemos que María es pieza clave en esta nueva alianza que Dios quiere sellar con su pueblo. Ella presencia el paso del Antiguo al Nuevo Testamento y estará también presente en el momento en que Jesús selle la nueva alianza con el derramamiento de su sangre en el Calvario, siendo apoyo y consuelo para su hijo y ofreciéndolo al Padre.

En definitiva, en el marco de las bodas de Caná, Jesús se manifiesta como el Esposo. Esposo de la Santa Iglesia, que es esa nueva alianza que realiza Jesús y que tiene a María por Madre e intercesora Y Esposo también de nuestras almas, consagradas por Él en el Bautismo. Sí, lo que decimos de la Iglesia en general podemos aplicarlo en este caso al alma en particular: Dios te ama con un amor verdadero, fiel, eterno, indisoluble. Respondamos cada uno diciendo que sí a Dios, dándole nuestro amor y dejándonos lavar y purificar con su sangre.