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Las exigencias radicales de Jesús de darle el primer puesto en nuestras vidas solo se entienden si antes hemos conocido y saboreado a Dios. Esforcémonos por formarnos y por pedir en la oración ese saboreo de vida eterna

Para avanzar en la humildad, hemos de comprender que Dios es el todo y yo la nada sin Él. Y que Él es mi Padre y me ha preparado lo más grande: participar de su misma felicidad. Busquemos eso y pidamos a Dios que nos haga humildes

Nuestra realidad está profundamente dañada por el pecado original y sus consecuencias. Cristo ha venido a redimirnos pero no elimina estas consecuencias porque respeta nuestra libertad. Pero nos pide que nos unamos a Él con esfuerzo para vencer