La Ascensión del Señor al cielo es, por un lado, una importante manifestación, y por otro, el comienzo de una nueva etapa.
Es una manifestación porque es la última aparición de Jesús resucitado a sus discípulos. En ella, el Maestro asciende al cielo por su propio poder y se sienta a la derecha del Padre, como nos ha dicho S. Pablo. Es decir, nos está mostrando que Él es Dios, que es igual en dignidad al Padre. Y nos está manifestando también que el hombre entra en el cielo, porque Él es hombre. Por tanto, que todos estamos llamados a entrar por Él en la vida eterna. Él es la Cabeza de la Iglesia, y donde está Él, también iremos sus miembros, si somos fieles.
Las Ascensión es asimismo el comienzo de una nueva etapa y el fin de otra. Termina la presencia visible de Jesús entre nosotros y comienza la de su presencia invisible. ¡Invisible pero real!: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Es la etapa de su Iglesia peregrina, que tendrá su inicio oficial y solemne en unos días, en Pentecostés. En esta etapa, el Señor está vivo y presente de muchas formas: la más importante es en la Eucaristía, mas también está presente en los demás Sacramentos, en su Palabra, en el Papa y los Pastores, en la enseñanza de la Iglesia, en cada bautizado, en la unión de todos nosotros como familia…
Hoy, muchos de vosotros venís a Misa por primera vez en mucho tiempo. Por eso, también para vosotros y para los que ya venís participando estos días en la Eucaristía, la solemnidad de la Ascensión es una manifestación y un comienzo. ¿Qué se nos manifiesta hoy? El Amor infinito de Dios, que nos invita a participar de lo más grande que puede haber en el mundo: la celebración de la Eucaristía. ¡Cuánto te ama Dios! Si algo hemos aprendido todos en este tiempo de confinamiento es a valorar lo que antes dábamos por descontado. Y, a lo peor, nos habíamos acostumbrado a participar en el sacrificio de Cristo, a recibir su mismo cuerpo. Y, sobre todo para los que es vuestra primera Misa después del confinamiento, tened en cuenta que este va a ser vuestro encuentro personal con Cristo resucitado.
Además, hoy también quiere el Señor que viváis el comienzo de una nueva etapa. Todos estamos un poco más susceptibles estos días, hemos tenido roces en casa, nos enfadamos con los hijos o los padres, con el marido o la mujer, con el gobierno, con los vecinos… Quizá hemos estado enfermos o incluso hemos perdido a alguien. Vamos a empezar una etapa nueva con la ayuda del Señor. Una etapa en la que pidamos perdón por nuestras faltas y sepamos perdonar. En la que marchemos juntos como familia. En la que estemos atentos a las necesidades de los demás para que todos podamos salir adelante. En la que busquemos más a Dios, sobre todo en la Eucaristía. En la que custodiemos nuestra vida de gracia. En la que pongamos nuestra mirada en la eternidad.
Que María, en este su mes, nos alcance la gracia de recibir esta manifestación y de comenzar una nueva etapa en este día de la Ascensión.