Tras tres días intensísimos en Iraq, el Papa Francisco ha salido hacia Roma, despegando su avión poco antes de las ocho de la mañana (hora de Roma y España) de este lunes 8 de marzo.
En un hecho histórico para la Iglesia, ha sido el primer Pontífice romano que ha viajado a este país y el primero que ha celebrado en rito caldeo. Se ha reunido con los cristianos perseguidos de distintos ritos y con autoridades civiles, musulmanas y de antiguas minorías religiosas.
Iraq, tierra de Medio Oriente desde donde Dios llamó al patriarca Abraham, es una nación asolada las últimas décadas por la violencia y la huida de cerca de un millón de católicos. Para ellos y para todos los iraquíes, el Santo Padre llegó como peregrino y portador de paz y esperanza.
Llegada del Papa a Bagdad
Es su primera jornada en el país fue recibido en Bagdad por el Primer Ministro. Luego se reunió con el Presidente de la República y dirigió un contundente discurso a las autoridades civiles y al Cuerpo Diplomático. Por la tarde, Francisco sostuvo un encuentro con el personal consagrado de Iraq en la Catedral de Nuestra Señora de la Salvación, que hace una década fue escenario de un sangriento atentado. Hoy fue el lugar de la esperanza y de la reconciliación, según la exhortación que el Sucesor de Pedro dirigió a todos los presentes.
Misa en rito caldeo, el gran momento para los fieles en Bagdad
En su segunda jornada en el país de Medio Oriente, el Sucesor de Pedro recorrió por cielo y tierra cientos de kilómetros llevando su mensaje de paz, fraternidad y reconciliación.
La primera cita del Santo Padre fue en la ciudad de Najaf con el Gran Ayatolla Sayyid Ali Al-Sistani, líder islámico y posteriormente se trasladó hasta la llanura de Ur de Caldea, tierra donde Dios llamó a Abraham, padre en la fe.
Finalmente, el Papa regresó a Bagdad, donde celebró una misa en rito católico caldeo en la Catedral de San José. Durante la homilía, el Pontífice habló del poder que hay en lo pequeño, a través del amor. Así animó a los cristianos a perseverar y construir. «La paciencia para comenzar de nuevo es la primera característica del amor, porque el amor no se indigna, sino que siempre vuelve a empezar. No se entristece, sino que da nuevas fuerzas», predicó.
Habló sobre el poder de las Bienaventuranzas, que se puede observar en Moisés, Abrahán y la misma Virgen María. «Tal vez miras tus manos y te parecen vacías, quizás la desconfianza se insinúa en tu corazón y no te sientes recompensado por la vida. Si te sientes así, no temas; las bienaventuranzas son para ti, para ti que estás afligido, hambriento y sediento de justicia, perseguido», animó.
Acabada la misa, el cardenal Sako dio gracias al Papa por su viaje valiente en circunstancias difíciles y le regaló una cruz de estilo caldeo. A su vez, el Papa dejó unos vasos sagrados para la Iglesia iraquí.
Visita a Mosul, oración con los cristianos de Qaraqosh y santa Misa en Erbil
En su tercer día de visita en Iraq, el Santo Padre miró de frente la destrucción causada por el terrorismo y oró por las víctimas de la violencia, pero también exhortó fuertemente a la esperanza.
Durante la mañana del domingo 7 de marzo, Francisco estuvo en la histórica ciudad de Mosul, escenario de sangrientos atentados que derrumbaron el patrimonio religioso y cultural, asesinaron a miles de personas y obligaron a huir todavía a muchas más. Por eso el Papa elevó sus plegarias a Dios, insistiendo en que en su nombre no se puede matar al hermano.
Después el Sucesor de Pedro se trasladó hasta la ciudad de Qaraqosh, la única con población mayoritariamente cristiana en el país de Medio Oriente. En la recién reconstruida Catedral de la Inmaculada Concepción se encontró con la comunidad local y oró junto a ella el Ángelus.
El día concluyó con la última actividad oficial del Viaje Apostólico del Papa, que fue la misa en el estadio Franso Hariri. Francisco utilizó por única vez el papamóvil y así pudo saludar a una congregación de alrededor de diez mil personas.
El Santo Padre celebró la misa por rito latino y en lengua italiana, aunque con muchas partes recitadas en árabe por el pueblo. Comentó la lectura de Cuaresma de 1 Corintios 1,24: «Cristo es fuerza de Dios y sabiduría de Dios». Esa fuerza no es la de las armas sino «la misericordia y el perdón».
«Todos necesitamos la fuerza y la sabiduría de Dios revelada por Jesús en la cruz. Aquí en Iraq, cuántos de vuestros hermanos y hermanas, amigos y conciudadanos llevan las heridas de la guerra y de la violencia, heridas visibles e invisibles. La tentación es responder a estos y a otros hechos dolorosos con una fuerza humana, con una sabiduría humana. En cambio, Jesús nos muestra el camino de Dios, el que Él recorrió y en el que nos llama a seguirlo», añadió.
Sólo Jesucristo puede purificarnos, insistió. «Incluso cuando le damos la espalda, no nos abandona a nuestra propia suerte. Nos busca, nos sigue, para llamarnos al arrepentimiento y para purificarnos».
Jesús, añadió, «nos da fuerzas para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin. Con la fuerza del Espíritu Santo nos envía, no a hacer proselitismo, sino como sus discípulos misioneros, hombres y mujeres llamados a testimoniar que el Evangelio tiene el poder de cambiar la vida. El Resucitado nos hace instrumentos de la paz de Dios y de su misericordia, artesanos pacientes y valientes de un nuevo orden social».
El Papa agradeció el esfuerzo de la Iglesia en Iraq que «anuncia la maravillosa sabiduría de la cruz propagando la misericordia y el perdón de Cristo, especialmente a los más necesitados. Este es uno de los motivos que me han impulsado a venir como peregrino entre ustedes, darles las gracias y confirmarlos en la fe y en el testimonio».
Al finalizar la misa, anunció entre aplausos y gritos de júbilo que llevaría a Iraq en el corazón.