1. Lectura del Evangelio Domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.
San Juan 6, 51-58
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».
Disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mi.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Palabra del Señor.
2. Lectura de la Madre Trinidad
«El gran momento de la Consagración»
Opúsculo 6, pp 3-30
¡Oh, si yo fuera sacerdote…! ¡Ungido, escogido y predestinado para ser, con Cristo, sacerdote, mediador que ofrece y se ofrece a la Santidad infinita, para gloria de esa misma Santidad eterna y salvación de las almas…!
¡Oh, si yo fuera sacerdote…! Éste ha sido el sueño que, durante toda mi vida, ha llenado totalmente mi alma de hija de la Iglesia, enamorada del Sumo y Eterno Sacerdote.
¡Oh, si yo hubiera tenido ese gran privilegio…! Si mi alma hubiera recibido de Dios el don incalculable de ser sacerdote… Si yo hubiera escuchado sobre mí estas palabras: «Tú eres sacerdote eterno…» Si la unción sagrada hubiera esparcido sobre mi pobre ser su aroma suavísimo…