1. Lectura del Evangelio del domingo de la Santísima Trinidad
San Juan 3, 16-18
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Palabra del Señor.
2. Lectura de la Madre Trinidad
«Dios es un misterio de unidad»
Opúsculo 15, pp 27-44
¡Oh inefable sabiduría del Subsistente Ser! sido, vivido y disfrutado saboreablemente en el recóndito misterio de su arcano insondable;
en una intercomunicación consustancial, tan íntima, deleitable, profunda e interretornativa, que Dios se es el Ser esencial e intrínsecamente vivido en sí, por sí y para sí, ¡hondo…!, ¡dentro…!,
no sólo siendo en su vida trinitaria lo que es y cuanto es en infinitud infinita de ser, pudiendo sérselo y estándoselo sido en disfrute gloriosísimo de Divinidad; sino que se lo es y se lo viven las divinas Personas unas en las otras en la profundidad honda e insondable de su inagotable, exuberante e infinito misterio.