Homilía: Fiesta de la Sagrada Familia

La fiesta de la Sagrada Familia es siempre el domingo posterior al día de Navidad. Este año no ha podido caer más pegado: al día siguiente. Podemos interpretarlo como que el Señor quiere que la luz de su nacimiento ilumine este año especialmente a nuestras familias.

Aquí, en la iglesia, cuando celebramos la Eucaristía, estamos viviendo realmente el misterio. No es un recuerdo ni un símbolo; es de verdad. Por el poder que Dios ha dado a la Iglesia, la Liturgia nos quita el tiempo y el espacio para que nada nos separe del misterio de Jesús. Pues bien, hoy el Señor nos invita a “llevarnos” el misterio a casa, a “estirarlo” –como hemos “estirado el techo de la iglesia para que sea más alto– y así nuestras familias se conviertan en iglesias domésticas, Iglesias de casa, que tengan a Jesús en el centro, a sus lados María y José, y todos los miembros de la familia estén en torno a Él. Aquí en el templo vivimos el misterio; pero en casa hemos de prolongarlo y ayudarnos a profundizar en él.

Por eso, hoy la Iglesia nos presenta a la Sagrada Familia: Jesús, José y María, como modelo y como intercesora. Vamos a mirarla todos y a procurar imitarla especialmente en estos días.

Dejadme que me dirija primero a los jóvenes y a los niños para pediros que, en estos días de vacaciones, no penséis “voy a hacer lo que me dé la gana”, sino más bien “¿qué haría Jesús cuando tenía mi edad? Porque la tuvo. Y seguro que Él, cuando tenía 8, 10, 18, 22 años procuraba ayudar a sus padres, quitarles trabajo, hacerles felices, obedecerlos.

Y vosotros, padres, añadid a la lista de actividades que hayáis pensado para estos días, cosas que os ayuden a todos a vivir más el misterio. Seguro que todos tenéis en casa un belén o, al menos, un Niño Jesús. ¡No son adornos! Son medios –sobre todo si están bendecidos– para ayudarnos a entrar en el misterio; aprovechadlos. Rezad en familia ante ellos. Cantad villancicos, especialmente aquellos que tienen letras más profundas. Y no dejéis de leer, al menos entre el matrimonio, la segunda lectura de S. Pablo de hoy (puedes leerla aquí). Os animo a leerla y comentarla; ya veréis cómo el Señor os ilumina mucho por medio de ella.

Y todos, procurad, “por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta”, nos ha dicho S. Pablo. Porque no se trata solo de hacer cosas, sino sobre todo de amar: De perdonar –porque todos metemos la pata–, de comprender, de no poner etiquetas a la gente ni guardar rencor, sino de mirar a la cara con una sonrisa y saber que a esa persona la ama Dios infinitamente, y que lo que le hagamos a ella se lo hacemos al mismo Jesús. Hagamos todos un esfuerzo en nuestras familias y comunidades para que estos días sean días de unión, de paz, de armonía.

Pidamos a Jesús, María y José intercedan ante el Padre para concedernos acoger a Jesús no solo en nuestro corazón, a nivel personal, sino en nuestras familias. Y así, Él las ilumine, las bendiga y las proteja.

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