Homilía: 4º Domingo de Pascua

Jesús es el Buen Pastor. ¡Saborea este nombre que Jesús mismo se da porque es la verdad! Él es el Buen Pastor.

Un buen pastor conoce a sus ovejas, le importan de verdad y está dispuesto a hacer lo que sea necesario por ellas, hasta dar la propia vida.

Esta relación pastor-ovejas tiene muchos elementos en común con nuestra relación con Dios, porque las ovejas necesitan del pastor para encontrar pastos, para volver al redil, para curarse cuando se hieren, para ser defendidas del lobo… Por eso, no nos olvidemos de que nosotros todos somos ovejas.

El Señor cumple perfectamente su parte de la descripción. Pero, ¿y nosotros? ¿Cumplimos la nuestra? ¿Somos buenas o malas ovejas? ¿Conocemos nosotros al Señor? ¿Escuchamos y reconocemos su voz? ¿Lo seguimos? ¿Nos dejamos amar, curar y perdonar por Él?

Dejemos al Señor ser nuestro Buen Pastor. Sintámonos profundamente guiados, alimentados, buscados, curados, perdonados, amados… Él lo ha hecho todo: ha muerto y ha resucitado por nosotros, y se ha quedado en la Iglesia para seguir pastoreándonos.

Y aquí nos encontramos con un gran misterio: Jesús ha querido elegir a algunas de sus ovejas para que, sin dejar de serlo, sean también pastores con Él. Son los Obispos y los sacerdotes. Hombres limitados y pecadores como los demás, pero ungidos con un don de Dios para realizar la misión de Jesús, y como Él, conocer a las ovejas a ellos encomendadas oficialmente por la Iglesia, interesarse por ellas, y estar dispuestos a dar la vida por ellas. La Tradición ha sintetizado esta misión en la triple función de santificar, enseñar y gobernar, que debe ser realizada siempre según la voluntad de Dios expresada por la Iglesia.

Tener la misma misión de Jesús es algo grande, hermoso, ilusionante. Pero, al mismo tiempo, no es fácil… Por eso, los pastores de la Iglesia necesitamos de vuestra oración. Cuántas veces lo dice el Papa Francisco esa frase ya célebre: “Recen por mí”. Todos los miembros de la Iglesia hoy necesitamos de mucha oración, pero al tener la responsabilidad de pastorear el rebaño, la exigencia es mayor, y por tanto la necesidad de vuestra ayuda, también lo es. Ayudadnos pidiendo por el Papa, los Obispos y los sacerdotes. Ayudadnos compartiendo con nosotros un poco esa tarea de defender: defended a aquellos pastores que son atacados por cumplir la voluntad del Señor. Y ayudadnos también con vuestra corrección fraterna para que no nos desviemos ni nos mundanicemos. Pero no hablemos mal de nuestros pastores; si lo hacen mal, hablemos con ellos pero no caigamos en la crítica, que destruye la comunión y amarga el alma. Tengamos mirada sobrenatural para ver en ellos el don de Dios, y no tanto sus características o incluso sus fallos.

Pidamos a la Virgen, Madre de los sacerdotes, que nos alcance el don de numerosas y santas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada para que sean apacentadas convenientemente las ovejas del rebaño de Jesús, el Buen Pastor.