Homilía: 25º Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo C)

La parábola de hoy es quizá una de las más difíciles de entender: Habla de un administrador corrupto que va a perder su empleo y, aprovechando su puesto y su influencia, empieza a hacer injustamente favores a otras personas para que, cuando lo echen del trabajo, ellos a su vez le devuelvan el favor y lo contraten.

Pues bien, en este caso, Jesús no pone al administrador como ejemplo a seguir, sino simplemente alaba la astucia con que actuó. Y añade que “los hijos de las tinieblas son más sagaces que los hijos de la luz”. Es decir, que los que son injustos o malos, ponen en juego todo su esfuerzo, su interés, su tiempo, su influencia y los medios de que disponen para conseguir aquello que buscan.

La pregunta, según esto, que te hace el Señor hoy es: Tú, que quieres ir al cielo y recibir lo que Dios te ha preparado allí, ¿qué haces para conseguirlo? O, dicho de otro modo: ¿Te lo estás “currando”? Porque la vida eterna es lo único que permanece; todo lo demás se termina: tu dinero, tu casa, tu influencia, tu fama… todo se va a terminar. Y, cuando se termine, te preguntarán: “¿Para qué lo has utilizado todo? ¿Para ganarte el cielo o para engordar tú mismo, siendo injusto?”. “El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto”. Si utilizas tus bienes de la tierra para cumplir la voluntad de Dios, guiado por la justicia y la caridad, entonces te harás digno de recibir los bienes del cielo, que serán verdaderamente tuyos, porque no se terminarán.

Y aún podemos y debemos dar un paso más. No solo hagamos las cosas para conseguir nosotros el cielo, sino para darle a Dios la alegría de ver que un hijo suyo va camino del cielo. Reconduzcamos nuestra intención y purifiquémosla todo lo posible para darle esa alegría al Señor.

Hay una última enseñanza que nos dejan las lecturas de hoy: el que actúa como un administrador fiel y justo, tiene siempre una nota característica: la especial atención por los pobres. De ello nos han hablado la primera lectura y el salmo: “Alabad al Señor, que alza al pobre”. Y por “pobres” no se refiere solo a los que tienen poco dinero en el banco, sino a los necesitados, a los desvalidos, a los que de alguna manera están por debajo de ti en edad, experiencia, influencia… El que está cimentado en Dios nunca los aplasta, aunque sea basado en la verdad. Si esto hace, es que todavía le falta para adquirir un corazón justo…

Pidamos al Señor hoy, por intercesión de la Virgen, Espejo de Justicia, que nos conceda un corazón justo.