En Italia y otros países, recordó el Papa este domingo antes de rezar el Angelus en la Plaza de San Pedro, se celebra la Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, el Corpus Christi. El Evangelio de San Marcos que se lee en la misa recoge el relato de la Última Cena, con la institución de la Eucaristía. Un relato de gran «simplicidad», dijo Francisco, con el que Jesús «nos da el sacramento más grande».
Su gesto «humilde» de «compartir» el pan se diferencia de los milagros de los que habían sido testigos los apóstoles, cuando miles de personas comieron de unos pocos pedazos multiplicados: «Al culminar su vida, no distribuye pan en abundancia para saciar a las multitudes, sino que se da a sí mismo en pezados en la cena pascual con sus discípulos. De esta forma Jesús nos muestra que la finalidad de la vida es darse, que lo más grande es servir«.
La fragilidad y la fuerza
Francisco quiso subrayar el concepto de «fragilidad» simbolizado en un pedacito de pan: «Jesús se hace frágil como el pan, que se parte y se desmiga. Pero justo ahí está su fuerza, en su fragilidad. En la Eucaristía la fragilidad es fuerza«, dijo el Papa, «la fuerza del amor que se hace pequeño para ser acogido y no temido, para alimentar y dar vida, para unir a todos». Y, sobre todo, «la fuerza de amar a quien se equivoca».
Francisco contrapuso la institución de la Eucaristía con la traición de Judas: «Jesús reacciona al mal con un bien mayor. Al ‘no’ de Judas responde con el ‘sí’ de la misericordia».
Jesús «nos conoce, sabe que somos pecadores, pero no renuncia a unir su vida a la nuestra. Sabe que lo necesitamos, porque la Eucaristía no es el premio de los santos, sino el Pan de los pecadores«.
Cientos de fieles acudieron a la Plaza de San Pedro a rezar el Ángelus junto al Papa.
Cada vez que recibimos el Pan de Vida, «Jesús nos recuerda que, a sus ojos, somos más valiosos de lo que pensamos«. Y así, «la misericordia de Jesús no tiene miedo de nuestras miserias y nos sana con amor de las fragilidades que no podríamos sanar por nosotros mismos«.
Cerrazones
El Papa enumeró algunas: el resentimiento hacia quien nos ha hecho mal, el alejarnos de los demás y aislarnos en nosotros mismos, el llorar y lamentarnos sin encontrar la paz… «Él es quien nos sana con su presencia, con su pan, con la Eucaristía. La Eucaristía es una medicina eficaz contra esas cerrazones. El Pan de Vida sana las rigideces y las transforma en docilidad», añadió.
¿Por qué? «Porque nos une a Jesús y nos hace asmiliar su forma de vivir, su capacidad de darse a los hermanos, de respnoder al mal con el bien. Nos da la valentía de salir de nosotros mismos e inclinarnos con amor hacia la fragilidad de los demás, como hace Dios con nosotros. Ésta es la lógica de la Eucaristía», concluyó Francisco: «Recibamos Jesús que nos ama y sana nuestras fragilidades para amar a los demás y ayudarles en las suyas«.