¿Podemos orar durante estos días de confinamiento? ¿Es lo mismo hacer oración en casa que en la iglesia? ¿Mejor rezar oraciones o quedarse en silencio? ¿Y la Misa? ¿Es igual estar presente físicamente que oírla por los medios de comunicación?
Dios está con nosotros de muchas formas. Me gustaría escribir hoy sobre tres de ellas: Dios está en el Sagrario, Dios está en la Liturgia y Dios está en el alma en gracia.
El Sagrario
«Jesús en el sagrario nos espera siempre», nos dice la Madre Trinidad. Nuestra parroquia sigue abierta de 11:00 a 13:00 y de 17:00 a 19:00 para los que, de paso a la compra o a otra actividad permitida, puedan hacer una visita al Santísimo respetando siempre las medidas de precaución que las autoridades piden. Ahora bien, esta visita es complicada e inevitablemente poco frecuente. Por ello, qué hermoso es que, cada vez que veamos la iglesia, oigamos sus campanas o nos acordemos del templo, digamos: «Ahí está Jesús», y hagamos un acto de amor a Él, que siempre está «confinado» por amor a nosotros.
Las celebraciones litúrgicas
S. Juan Pablo II decía que «la Liturgia es el lugar principal del encuentro entre Dios y los hombres, de Cristo con su Iglesia». Sabemos que para participar en ella, es necesario estar presente físicamente. ¿Entonces qué pasa con la Misa de la tele? Muy sencillo: los que están allí celebrando, están participando en la Liturgia de forma plena. Los que vemos la celebración a distancia, nos unimos espiritualmente y vivimos un momento de oración. Estamos tan acostumbrados a poder ir a Misa y a comulgar, que quizá hayamos perdido la conciencia de lo sublime que es esto. Pensemos en los cristianos de zonas de misión, que solo pueden ir a Misa una vez al año… ¿Os imagináis con qué ganas vivirán esa celebración?
El hecho de que participar en la Eucaristía a través de Youtube no sea lo mismo que participar en ella presencialmente, no quiere decir que veamos la Misa como el que ve una película. Hay, por ejemplo, quien aconseja a los niños hacer los mismos gestos que si estuvieran en la iglesia. Esta es una medida pedagógica que les viene muy bien. Los mayores, en cambio, tenemos que saber -y enseñar a los niños cuando lo puedan entender- la diferencia entre la Misa a la que asistimos físicamente, la Misa de Internet… y una peli. Son cosas distintas.
Dicho esto, ¡qué provechoso es participar en la Misa por los medios de comunicación con atención, recogimiento y silencio, respondiendo desde el corazón! Hagámoslo, y que esta situación nos sirva para revalorizar y anhelar el poder participar plenamente en la Liturgia.
La presencia de Dios
Lejos del Sagrario y de la Liturgia, podemos encontrar a Dios en el alma en gracia. Desde el día del Bautismo, el cristiano tiene a Dios en su alma viviendo con él y para él. ¡Dios mismo! Él no tiene cuerpo, por eso su presencia en el alma es espiritual y no física. Pero está, y nos ama, y nos besa, y nos acurruca, y nos habla. Solo hay que hacer silencio. Podemos hablar con Él con fe y amor. Podemos interceder por la humanidad uniéndonos al sacerdocio de Cristo. O quedarnos embelesados gustando esa presencia dulce y suave que nos llena de paz. Así de fácil, no hace falta más. «Cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto», nos decía Jesús.
Pero como hacer silencio resulta a menudo complicado, podemos servirnos de ayudas para conseguirlo: leer un pasaje cortito de la Biblia o algún libro de oración, mirar una estampa o imagen de Jesús o la Virgen, rezar algunas oraciones, y ahora más que nunca, seguir un momento de oración dirigida por Internet, por ejemplo. En este caso, pasa como con las celebraciones litúrgicas: no nos encontramos allí cerca de la custodia, pero sí estamos en oración y, por tanto, comunicándonos con Dios.
Por si fuera poco, esta presencia de Dios no se limita a ratos específicamente de oración. En cualquier momento del día o de la noche, cuando nos acordemos que llevamos a Dios dentro, hagamos aunque sea un segundo de pausa, miremos hacia dentro y digamos: «Señor, te amo». Ojalá estos días se conviertan en aquellos en que más acompañemos a Dios de toda nuestra vida.
Y aún hay más, si Dios está en el alma en gracia, eso significa que no solo en la mía. También vive en el alma de mis hermanos, padres o hijos. ¡Nuestra casa está llena de sagrarios vivientes, y quizá no nos habíamos dado cuenta!
La Virgen
No puedo terminar sin volver la mirada a María. Ella está con Dios y donde está Dios. Os invito a que invoquéis su intercesión para que el Señor nos proteja y nos guíe, para que los afectados por la pandemia salgan adelante, para que los fallecidos se salven.
Desde la parroquia os estamos recordando a diario la hora del ángelus: parad la actividad dos minutos a mediodía y rezadlo. Ya veréis como sentís la cercanía de nuestra Madre del cielo.
Y ojalá recuperemos todos en nuestros hogares la secular costumbre de rezar el rosario diariamente en familia, que además permite ganar la indulgencia plenaria.
¿Quién decía que estos días no podemos orar?
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