Se cumplen doce años desde que en la Parroquia de la Presentación de Nuestra Señora se inauguró la Adoración Permanente. Para los amantes de números: 4.380 días ininterrumpidos, 65.700 horas, aproximadamente, exponiéndose el Señor Sacramentado. Don Mario, don José y don Antonio fueron fieles instrumentos para llevar a cabo la tarea de que en esta sencilla pero bien cuidada parroquia de Moratalaz, el Señor se quedase para perpetua adoración, desde las 8 hasta las 23 horas. Lo que es incontable es el número de las adoraciones, genuflexiones, peticiones, reparaciones y desagravios que ha recibido Jesús. Solo tú lo sabes, Jesús.
El número 62 de la calle Corregidor Diego de Valderrábano hace las veces de Betania, la casa que el Señor frecuentaba para estar con sus amigos María, Marta y Lázaro, con la diferencia de que somos nosotros los que vamos a visitarle, pero en el fondo es la misma relación. Los adoradores son esos amigos de Dios que fieles al compromiso contraído acuden para estar un rato con el Señor, a descansar física y espiritualmente a lo largo de la semana. Jesús siempre se alegra de quien le visita, nunca reprocha si estamos poco tiempo o si pasamos “de uvas a peras”. Se conforma con vernos y agradece nuestra presencia. Y si se da alguna ausencia no pasa nada, los avatares de la vida no impiden que quiera tanto a los que asisten como a los que fallan.
En la Adoración Permanente se ven cumplidas las palabras que dirigió el Señor a los Apóstoles en Galilea: “Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20). Le tenemos a muy poca distancia de nuestra casa, de nuestro centro de trabajo, de nuestra zona de compras, para pedirle, para repararle, para dirigir esos sentimientos humanos con trasfondo divino. La criatura que se dirige a su Creador. La miseria humana ante la Omnipotencia Divina. Para conmoverse. Tal vez nos falte una pizca más de humildad y visión sobrenatural para apreciar el inconmensurable don de Dios. Un Dios que se rebaja como se rebajó en la Cuna de Belén o en la Cruz a las afueras de Jerusalén en rescate por todos los hombres. Hubiera sido suficiente, pero tu amor por la humanidad hace que quieras estar con nosotros aún a riesgo de indiferencias y, también es así, de sacrilegios que se cometen por ceguera espiritual.
Es un verdadero privilegio tener en Moratalaz al Amor de los Amores. Agradecemos a los sacerdotes actuales destinados en esta parroquia el desvelo por continuar abriendo de par en par las puertas de la iglesia donde el Señor les ha puesto. Y… ¡no caigamos en la rutina!, ¡dejémonos sorprender en cada encuentro con Jesús Sacramentado!, ¡vaciemos nuestras angustias y pesares, compartamos alegrías y éxitos! Pero, sobre todo, ¡llenémonos del amor de Dios!, porque tenemos que ser custodias andantes para que los demás sepan que Dios está con nosotros, también con los que le ignoran, que el Señor quiere estar presente en nuestros quehaceres diarios. Porque quiere encontrarse con nosotros cada día, en cada momento y circunstancia, como hizo en su paso por la tierra; y el mejor modo de conocerle es visitándole, tratándole y amándole en los sagrarios y custodias de tantas iglesias del mundo. Una de ellas, aquí, en Moratalaz, en la Parroquia de la Presentación de Nuestra Señora.
Gracias, Señor, por estar con nosotros, gracias por estar entre nosotros. Y que cada día seamos más los que te busquemos, porque en Ti está la paz verdadera.