Dios se hace encontradizo con Abraham, visitándolo bajo la forma de tres hombres. Abrahán le dice: “Señor, no pases de largo junto a tu siervo”, y le ofrece lo mejor que tiene. Estas palabras y obras manifiestan su postura interior, postura de acogida, de respeto, de agradecimiento y de respuesta generosa. Ante todo esto, Dios le premia con un hijo.
En el Evangelio, vemos a Jesús llegar a Betania y hospedarse en casa de Marta y María. Estas dos hermanas también reciben bien a Jesús, pero cada una subrayando un aspecto: Marta le ofrece lo mejor de que dispone y se afana en que todo esté a punto; María deja todo para sentarse a los pies de Jesús y escuchar su palabra. ¿Y cuál de las dos posturas aprueba el Señor? Las dos. Pero cada una en su lugar. La primera y más importante es escuchar a Jesús. Después, ofrecerle nuestra respuesta y nuestros dones.
Estos dos pasajes de la Escritura nos hablan del paso de Dios. Ellos lo supieron aprovechar. ¿Y nosotros? Porque tenemos que saber que el Señor está pasando constantemente a nuestro lado. ¿Cómo? En la oración, en los sacramentos, en el prójimo necesitado, en las circunstancias de nuestra vida… ¡Está pasando todo el tiempo! Pero muchas veces no nos damos cuenta, y pasa de largo…
¿Y cómo podemos acoger ese paso de Dios? Muy sencillo:
- Hay que ver, estar atentos con mirada de fe. Miremos nuestro día a día con mirada sobrenatural, sabiendo que la divina providencia quiere guiar nuestra propia historia. Miremos con especial atención esos momentos fuertes en que Dios se nos da especialmente: la Misa, los ratos de oración, la confesión…
- Hay que escuchar al Señor, y hacerlo en silencio. Es fundamental. Es la postura de María en el Evangelio de hoy. Para escuchar a Dios, hay que hacer silencio, y esto no es fácil hoy en día. Cuando venimos a Misa, cuando hacemos oración, hemos de guardar silencio exterior, pero sobre todo interior, dejando los pensamientos y preocupaciones para otro momento.
- Hay que responder con generosidad. Es la postura de Marta. Hay que ser valientes y decirle que sí al Señor, confiando en que Él nunca se deja ganar en generosidad.
Pidamos a la Virgen que nos ayude. Ella vivió un paso de Dios continuo en su vida, ella siempre supo ver lo que Dios le pedía, escuchar su palabra, y responderle que sí. Que ella nos ayude a acoger tantos pasos de Dios en nuestra propia vida.