Ante miles de fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, y aprovechando un tiempo soleado que todos agradecieron el Papa Francisco presidió la Misa del Domingo de Ramos, que fue precedida por una procesión y la bendición de palmas y ramas de olivos.
Muchos asistentes llevaban máscaras, otros no, y en general se respiraba una sensación de «retorno a la normalidad», cuando la pandemia del coronavirus parece empezar a retroceder en los países de Europa Occidental.
El Papa Francisco tiene 85 años, y cuando se llega a la Semana Santa que impone un ritmo exigente, es habitual que la prensa comente su estado de salud. En esta ceremonia -la primera misa larga fuera de la Basílica desde hace 2 años– el Papa no ha llegado a participar en la procesión inicial. La primera parte de la misa la ha seguido sentado, por un fuerte dolor de rodilla que padece.
Además, por primera vez desde que estalló la pandemia, Francisco recorrió en papamóvil la plaza para saludar a los peregrinos (durante estos dos años el peculiar vehículo ha estado en el garaje).
Una homilía centrada en el perdón
El Papa Francisco centró su homilía en el tema del perdón, a partir del Evangelio del día, según San Lucas Lc 22, 14–23, 56, que narra la Pasión de Jesús.
También en las peticiones, por ejemplo, se pidió por la capacidad de perdonar, de responder con el bien al mal, y se rezó «por los que nos persiguen».
El Santo Padre señaló que en el Calvario se enfrentan dos mentalidades: una de cuidarse sólo a sí mismo», otra de perdonar.
«Las palabras de Jesús crucificado en el Evangelio, «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (v. 34), se contraponen, en efecto, a aquellas que pronuncian los soldados que lo crucifican: «Que se salve a sí mismo si este es el Mesías de Dios, el elegido!» (Lc 23,35)».
En este sentido, Francisco señaló que «salvarse a sí mismo», es decir, cuidarse a sí mismo, pensar en sí mismo y no en los demás, «es el estribillo de la humanidad que ha crucificado al Señor», y que solamente se preocupa «por la propia salud, el propio éxito, los propios intereses; se centra en el tener, en el poder y en la apariencia».
Sin embargo -continuó explicando el Pontífice- la mentalidad del yo se opone la de Dios; el sálvate a ti mismo discuerda con el Salvador que se ofrece a sí mismo y cuando toma la palabra, no se defiende ni se justifica o reivindica algo en su beneficio, sino que reza al Padre y ofrece misericordia al buen ladrón, que crucificado junto a Él y arrepentido por sus pecados, pide al Hijo de Dios que se acuerde de él cuando llegue al paraíso.
Asimismo, el Papa invitó a todos a reflexionar sobre las palabras de Jesús en la cruz, quien en medio del dolor lacerante que padecía no recurrió a los gritos ni a la rabia, no reprocha a sus verdugos ni amenaza con castigos en nombre de Dios, sino que reza por los malvados y dice «Padre, perdónalos»: “Clavado en el patíbulo de la humillación, aumenta la intensidad del don, que se convierte en perdón”
También Dios Padre, «cuando le causamos dolor con nuestras acciones, Él sufre y tiene un solo deseo: poder perdonarnos.
Y para darnos cuenta de esto, el Santo Padre exhortó a contemplar a Jesús en la cruz y a agradecerle por su amor, siendo conscientes de que nunca hemos recibido una mirada más tierna y compasiva:
“Mientras es crucificado, en el momento más duro, Jesús vive su mandamiento más difícil: el amor por los enemigos”
Por el contrario, los hombres muchas veces perdemos mucho tiempo pensando en quienes nos han hecho daño, mirándonos dentro de nosotros mismos y lamiéndonos las heridas que nos han causado los otros, la vida, la historia.
Responder a los clavos de la vida con amor y perdón
Hoy Jesús -dijo el Pontífice- nos enseña a no quedarnos ahí, sino a reaccionar, a romper el círculo vicioso del mal y de las quejas, a responder a los clavos de la vida con el amor y a los golpes del odio con la caricia del perdón.
Por otra parte, el Santo Padre alentó a todos a preguntarse si en el curso de sus vidas, siguen al Maestro o siguen al propio instinto rencoroso.
Y, precisamente, para verificar nuestra pertenencia a Cristo, el Papa exhorta a observar cómo nos comportamos con quienes nos han herido, ya que el Señor nos pide que no respondamos según nuestros impulsos o como lo hacen los demás, sino como Él lo hace con nosotros, viniendo al mundo para traernos el perdón de los pecados.
«Compasión y misericordia para todos, porque Dios ve en cada uno a un hijo. No nos separa en buenos y malos, en amigos y enemigos. Somos nosotros los que lo hacemos, haciéndolo sufrir. Para Él todos somos hijos amados, que desea abrazar y perdonar», aseveró Francisco indicando la importancia de no cansarnos de pedir perdón de Dios, ni de recibirlo y testimoniarlo.
Alusiones a la guerra en la homilía
En el marco de la homilía, el Papa dejó caer comentarios sobre las guerras, con sus crueldades y locuras.
“Se nos olvida porqué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas”, dijo. “Lo vemos en la locura de la guerra, donde se vuelve a crucificar a Cristo. Sí, Cristo es clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos. Es crucificado en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos. Cristo es crucificado hoy allí”.
Tras la misa, petición de tregua pascual
Tras la misa, con el rezo del Ángelus, el Papa Francisco ha recordado las palabras del ángel a María: “nada es imposible para Dios”. Y las ha querido aplicar a la guerra de Ucrania.
“Nada es imposible para Dios, aunque haya una guerra de la que no se ve el fin, una guerra que cada día pone delante de nuestros ojos masacres y heridas con demasiada crueldad, realizadas contra civiles desarmados. Recemos por esto”, pidió el Papa.
“Hoy hay guerra porque se quiere vencer así, según la manera del mundo. ¿Por qué?”, se preguntó Francisco, quien aseguró que con la guerra “solamente se pierde”. “¿Por qué no dejar que venza Él? Cristo estuvo en la cruz para liberarnos del dominio del mal, murió para que reinase la vida, el amor y la paz”.
Después, pidió “que se bajen las armas, que se inicie una tregua pascual, y no para recargar las armas y volver a combatir, sino una tregua para llegar a la paz, a través de una verdadera negociación, dispuesta también a algún sacrificio por el bien de la gente. De hecho, ¿qué victoria será aquella que levantará la bandera sobre un cúmulo de escombros?”, preguntó. “Nada es imposible para Dios, a Él nos confiamos por la intercesión de la Virgen María”, concluyó.
La Pascua latina este año es el domingo 17 de abril, pero la Pascua ortodoxa es una semana después, el domingo 24. Varios analistas han señalado que Vladimir Putin necesita algún tipo de victoria para presentar de cara al desfile militar del 9 de mayo en Moscú, que cada año conmemora la victoria de la Unión Soviética sobre el Tercer Reich.
Una mención a los disturbios y la tensión en Perú
Francisco también se ha referido “al querido pueblo del Perú, que está atravesando un momento difícil de tensión social”. En Perú hay manifestaciones y disturbios causados por el encarecimiento de los combustibles y otros bienes. “Les acompaño con la oración y ánimo a todas las partes a encontrar lo más pronto posible una solución pacífica para el bien del país, especialmente por los más pobres, en el respeto y derechos de todos y de las instituciones”, dijo el Papa Francisco.