Querido D. Alfonso:
En nombre de toda la comunidad parroquial de la Presentación de Nuestra Señora, le escribo estas sencillas líneas, al concluir su tarea como nuestro Vicario Episcopal, para dar gracias a Dios por habernos dado en usted un “pastor según su corazón”, y también a usted mismo por sus diez años de servicio infatigable. Personalmente, he sido testigo de ello desde hace cuatro años, cuando los superiores de La Obra de la Iglesia me presentaron al Sr. Cardenal para que me nombrara vicario parroquial, primero, y párroco, después, de esta familia parroquial, que le aprecia de verdad.
Permítame que, con sinceridad, le manifieste nuestro pesar porque esta etapa llegue a su fin, pues todos sentimos que han sido unos años de entrega fiel, generosa, alegre y cercana.
Entrega fiel, ante todo, al Señor Jesucristo. Cuántas veces nos ha repetido que Él nos espera en la Eucaristía, en su Palabra, en los hermanos y en los acontecimientos de la propia vida. Y cuántas ha dejado que su propio ejemplo ilustre estas enseñanzas, que son de la Iglesia, y que usted ha sabido y querido transmitirnos fielmente. Fiel, asimismo, al Sr. Arzobispo –D. Antonio María, primero, y D. Carlos, después– en sus indicaciones e iniciativas, que no solo secundaba, sino que nos invitaba a secundar asegurándonos que, cuando el Obispo propone algo y nosotros lo realizamos, el Señor bendice especialmente ese apostolado. Fiel, igualmente, a los hermanos, sobre todo a nosotros los sacerdotes, a quienes ha acompañado en el camino del ministerio, siempre hermoso mas no siempre fácil. Fiel, en último término pero no en menor medida, a todo el pueblo santo de Dios, singularmente a los más necesitados, animando y dirigiendo la ingente labor de Cáritas en sus distintos niveles.
Entrega generosa porque, en cada encuentro, en cada reunión, en cada llamada de teléfono, en cada decisión de gobierno –y así puedo testimoniarlo de primera mano, particularmente en esta época de pandemia– no se percibía un deseo de “quitarse problemas de encima” o de “cumplir”, sino un interés incansable y honesto por el bien de las almas a usted encomendadas por el Sr. Cardenal y, por tanto, por el mismo Señor.
Entrega alegre porque todos guardamos en nuestra memoria esa sonrisa amplia y optimista, ese talante familiar y risueño del que ha puesto su confianza en Dios, que “saca bien de todo mal” y que “dirige sabiamente la nave de su Iglesia”.
Entrega cercana porque no olvidamos cómo las reuniones de vicaría y de arciprestazgo han constituido la columna vertebral de su acompañamiento a los sacerdotes, y cómo, en cada una de ellas, nos invitaba a gustar la alegría de “estar juntos los hermanos”, y a dar gracias al Señor por volvernos a casa más llenos y más contentos. La verdad, no sé cómo lo hacía, pero no sé si habrá faltado a dos o tres reuniones en estos últimos cuatro años… Tanto es así que, si aún no había llegado a la hora de comenzar la reunión, en seguida todos empezábamos a preguntarnos extrañados: “Pero, ¿qué le ha pasado a D. Alfonso, estará malo?”. Por otro lado, los feligreses de nuestra parroquia, cuántas veces han tenido la alegría de verlo en nuestra parroquia… ¿Se acuerda cuando se quedó a cenar un día con nosotros y le tuvimos que empujar el coche porque se había quedado sin batería?… Y, además de la cercanía física, cuántas maneras ha utilizado para hacerse presente: por teléfono, por WhatsApp, por correo electrónico…
D. Alfonso, que el Señor Jesús le pague con creces la labor de estos años, aunque sé que, para usted, ha supuesto un honor y una gracia más que un trabajo pesado. A Él, que lo eligió con amor infinito, le pedimos siga guiando y llenando su vida y ministerio sacerdotales en la nueva etapa que su divina voluntad le marca ahora como párroco de El Salvador y san Nicolás. Se lo pedimos con el corazón pesaroso por un lado, pero contento y agradecido por otro. Se lo pedimos por intercesión de Nuestra Señora la Virgen Niña en su Presentación.
Reciba un fuerte abrazo de todos y cada uno de los miembros de esta parroquia, donde siempre tendrá su casa. Unidos en Cristo y en María,