Reabre el templo de La Paloma: «Dios nos ha reunido aquí para abrazarnos y consolarnos después de este golpe»

«Le pido a Dios que nos haga sentir que nos ha reunido aquí para abrazarnos y consolarnos después de este golpe. Él es un Padre, nosotros somos sus hijos, y Él nos reúne y nos llama a amarnos». Así ha arrancado la homilía de Gabriel Benedicto, párroco de Virgen de la Paloma, en la Eucaristía de san José con la que se ha reabierto el templo.

Dos meses después de la explosión de un edificio parroquial, en la que murieron cuatro personas, ha reconocido que «somos incapaces de comprender el significado completo de los acontecimientos vividos» y que «la curación empieza por acoger la propia historia», al tiempo que ha valorado que, en estos duros momentos, «todavía surge más amor», «nos reconocemos más como hermanos y como familia».

El también vicario de la VI ha pedido a Dios «que podamos mirar con esperanza el futuro» y ha detallado que san José, «que tuvo que abrazar una realidad que no había elegido, nos ayuda a elegir y a abrazar esta historia que forma parte ya de la historia de la parroquia, de La Paloma, de cada uno de nosotros».

En este sentido, ha recordado que después de la explosión le dieron la Biblia de Rubén Pérez Ayala, el sacerdote fallecido, y se encontró con el pasaje de «Maestro, mira este templo tan hermoso. Pues os tengo que decir que no quedará piedra sobre piedra». «Es verdad que de todo este templo no quedará nada –ha aseverado–, pero sí de nuestro templo, de nosotros, de nuestra vida, de nuestras acciones, de todo lo que hemos hecho […]. Si nos convertimos en el amor de Dios, eso es eterno».

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«Hoy el Señor nos quiere consolar a todos», ha abundado Benedicto. «¿De quién nos podemos fiar sino de Dios?», ha preguntado en la celebración en la que, además de los familiares y amigos de las víctimas, han participado el concejal del distrito Centro, José Fernández, congregantes, anderos, bomberos, castizos, miembros del colectivo de donantes y trasplantados, los equipos directivos del colegio La Salle y de la residencia La Paloma, comerciantes y vecinos que también sufrieron el terrible accidente.

Oración por los fallecidos

El párroco, que ha reconocido que la explosión podría haber dejado un escenario «mucho más dramático», ha querido tener unas palabras especiales para cada uno de los fallecidos. De Rubén ha recordado que lo conoció cuando era formador del Seminario Redemptoris Mater, donde trabajaron juntos en la biblioteca, y ha incidido en que «Él se ilusionó con esta parroquia». Durante el confinamiento del primer Estado de alarma, ha detallado, «era el invisible, como técnico montaba y preparaba las cámaras» para los conciertos con los que, en un «tiempo de muerte, de sufrimiento», querían «llevar esperanza» y mostrar al barrio que «estamos juntos, no estamos solos, nosotros somos vuestros vecinos».

Además, ha explicado que, en los últimos días antes de morir, le veía «disfrutar de la amistad» con los otros presbíteros y seminaristas porque «la amistad no es un modo de llegar lejos porque tú me ayudas, sino que es la meta de la vida». «No hay otra tarea en la vida que aprender a amarnos».

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Rubén fue, precisamente, un gran amigo de David Santos, otra de las víctimas mortales. Para Benedicto este fue un «esposo y padre excelente», con «mucho carisma con los jóvenes». Sabía «ser sencillo», algo que «es distinto de ser tonto», pues pasa por «la capacidad de aceptar lo bueno de las circunstancias».

Por último, el vicario de la VI ha rezado por los otros fallecidos: por Javier Gandía, que tenía un matrimonio muy unido y fue un gran padre, cuyos familiares «no han podido estar con nosotros» debido al confinamiento regional, y por Stefko Ivanov, «un hermano búlgaro que vivía en la ciudad de Madrid, que tenía una madre de la que se ha llevado el corazón» y «muy querido en los servicios sociales».


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