“Ni el progresismo que se adapta al mundo, ni el tradicionalismo que añora un mundo pasado son pruebas de amor, sino de infidelidad”, ha sentenciado el Papa Francisco este martes en la homilía de la misa que celebraba los 60 años de la solemne inauguración del Concilio Vaticano II, el 11 de octubre de 1962.
Tanto el progresismo como el tradicionalismo, dijo “son egoísmos pelagianos, que anteponen los propios gustos y los propios planes al amor que agrada a Dios, ese amor sencillo, humilde y fiel que Jesús pidió a Pedro”, aseguró el Papa Francisco en su sermón.
Antes de empezar la misa solemne en sí, se leyó ante los fieles presentes algunos de los textos del Concilio.
Además, el cuerpo del Papa San Juan XXIII, que inauguró el concilio, estaba expuesto a la veneración de los fieles junto al Altar de la Confesión de la Basílica.
El Santo Padre llegó hasta el altar minutos antes de que diera comienzo la Misa y más tarde sacerdotes y obispos entraron en procesión solemne, recordando la procesión solemne de 2.500 participantes del concilio hace seis décadas.
Una homilía contra las divisiones
Según comentó el Papa en la homilía, hace 60 años “la Iglesia, por primera vez en la historia, dedicó un Concilio a interrogarse sobre sí misma, a reflexionar sobre su propia naturaleza y su propia misión. Y se redescubrió «como Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, templo vivo del Espíritu Santo”.
“Siempre existe la tentación de partir más bien del yo que de Dios, de anteponer nuestras agendas al Evangelio, de dejarnos transportar por el viento de la mundanidad para seguir las modas del tiempo o de rechazar el tiempo que nos da la Providencia de volver atrás”, advirtió el Pontífice.
Francisco pidió además trabajar por una Iglesia en la que viva la alegría. “Si no se alegra, se contradice a sí misma, porque olvida el amor que la ha creado. Y, sin embargo, ¿cuántos entre nosotros no logran vivir la fe con alegría, sin murmurar y sin criticar? Una Iglesia enamorada de Jesús no tiene tiempo para conflictos, venenos y polémicas”, aseguró.
En el vídeo, la ceremonia solemne en San Pedro del Vaticano (2h15m) con motivo de los 60 años del Concilio Vaticano II.
Una Tradición que no se estanca
Aseguró que el Concilio enseñó a los cristianos a estar “en el mundo con los demás y sin sentirnos jamás por encima de los demás, como servidores del Reino de Dios”.
Pidió rechazar «la tentación de encerrarnos en los recintos de nuestras comodidades y convicciones, para imitar el estilo de Dios”. También pidió que “volvamos al Concilio, que ha redescubierto el río vivo de la Tradición sin estancarse en las tradiciones; que ha reencontrado la fuente del amor no para quedarse en el monte, sino para que la Iglesia baje al valle y sea canal de misericordia para todos. Volvamos al Concilio para salir de nosotros mismos y superar la tentación de la autorreferencialidad”, insistió.
Ni de izquierdas ni de derechas: servidores y hermanos
Lamentó que a veces los cristianos prefieran ser “hinchas del propio grupo” más que “servidores de todos, progresistas y conservadores antes que hermanos y hermanas, ‘de derecha’ o ‘de izquierda’ más que de Jesús; erigirse como ‘custodios de la verdad’ o ‘solistas de la novedad’, en vez de reconocerse hijos humildes y agradecidos de la santa Madre Iglesia”.
“Superemos las polarizaciones y defendamos la comunión, convirtámonos cada vez más en ‘una uno solo’, como Jesús suplicó antes de dar la vida por nosotros (cf. Jn 17,21)”, exhortó. Y, finalmente, pidió a Dios: “Líbranos del engaño diabólico de las polarizaciones. Y nosotros, tu Iglesia, con Pedro y como Pedro te decimos: ‘Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amamos’”, concluyó el Papa.
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La Iglesia hoy es más del doble de grande
Muchas cosas han cambiado en 60 años, cuando tuvo lugar el Concilio Vaticano II que el Papa ha querido recordar con esta liturgia.
Hacia 1962, los católicos eran unos 600 millones, en un mundo con 3.100 millones de habitantes. En 2022, hay unos 1.380 millones de católicos sobre unos 8.000 millones de habitantes. Desde 1962, ha crecido mucho el Islam, por demografía, incluso sobrepasando al catolicismo, pero empieza a bajar su natalidad. El bloque comunista se hundió, los cristianos recuperaron su libertad en Europa del Este, pero en China aún escasea la libertad para evangelizar.
El hedonismo y el consumismo han ayudado a la increencia en Occidente, casi sin natalidad. El cristianismo crece sobre todo en África, que vivió la descolonización hace 50 años, pero el continente negro sigue hundido en la pobreza, la corrupción y la precariedad. Eso sí, ahora hasta los pobres de todo el mundo pueden engancharse a ver series y vídeos tontos por Internet. América, donde crecía el catolicismo, vio el desembarco y crecimiento de iglesias protestantes, grupos pentecostales y también sectas pseudocristianas. Por pura inercia demográfica, la Iglesia crece cada año con entre 12 y 16 millones de fieles más, la mayoría niños pobres en el Tercer Mundo.
El mundo es, pues, muy distinto al de 1962, aunque, para sorpresa de muchos, quizá no tan diferente. Ha vuelto Rusia como potencia que amenaza con armas nucleares, ha vuelto una pandemia, algo que se consideraba pasado ya entonces. Y la Iglesia sigue inmersa en su gran equilibrio entre universalidad y adaptación local, entre tradición e innovación.
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El inicio del Concilio, hace 6 décadas
El 11 de octubre de 1962, hace 60 años, el papa San Juan XXIII inauguró el Concilio Vaticano II que duró hasta el 8 de diciembre de 1965. Participaron unos 2.500 cardenales, patriarcas y obispos de todo el mundo. También había asesores laicos, religiosos y clérigos. Radio Vaticana emitía 10 horas diarias en 30 idiomas. Era un evento global que cautivaba a muchos por todo el mundo.
En la ceremonia de apertura, retransmitida por radio y televisión, más de 3.000 participantes procesionaron por la Plaza de San Pedro. Juan XXIII dijo en un discurso en latín: «Las gravísimas situaciones y problemas que la humanidad debe afrontar no cambian; de hecho, Cristo ocupa siempre el lugar central en la historia y en la vida”.
Pero anunciaba una línea para ese concilio. «En cuanto al tiempo presente, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia antes que tomar las armas del rigor; piensa que debemos responder a las necesidades actuales exponiendo más claramente el valor de su enseñanza en lugar de condenando. La Iglesia es la Madre amorosa de todos. El Concilio, mediante las oportunas actualizaciones, da un salto adelante en el compromiso apostólico de presentar el mensaje del Evangelio a todos los hombres».
El discurso de la Luna de Juan XXIII
Por la noche el Papa saludó a los fieles reunidos en la Plaza con palabras espontáneas que se conocen hoy como «el discurso de la Luna». «La mía no es más que una voz, pero resume la voz de todo el mundo; el mundo entero está representado aquí. Se diría que hasta la luna se ha precipitado esta noche – ¡obsérvenla en lo alto! – para ver este espectáculo», dijo. “Al volver a casa, encontrarán ustedes a los niños; den una caricia a sus hijos y díganles: ésta es la caricia del Papa. Encontrarán algunas lágrimas para enjugar. Hagan algo, digan una buena palabra. El Papa está con nosotros especialmente en las horas de la tristeza y de la amargura”.
Los textos que nacieron en el Concilio
Del Concilio Vaticano II surgieron cuatro Constituciones, nueve decretos y tres declaraciones.
1. La Constitución «Lumen Gentium», sobre la Iglesia: «pretende ilustrar con mayor claridad a sus fieles y al mundo entero su propia naturaleza y su misión universal».
2. La Constitución «Dei Verbum», sobre la Revelación y la Palabra de Dios.
3. La Constitución «Sacrosantum Concilium», sobre la liturgia y sus cambios.
4. La Constitución «Gaudium et Spes», sobre la Iglesia en el mundo actual; una primera parte sobre el hombre, otras sobre cuestiones sociales urgentes.