Desde el pasado 14 de marzo, día en el que se declaró el estado de alarma, más de 3.000 personas han respondido a la llamada que Cáritas Diocesana de Madrid hizo para contar con manos que ayudaran en la demanda de ayuda que ha llegado a triplicarse en la cuarentena. Muchas de las personas que habitualmente colaboran con nosotros tuvieron que confinarse por ser parte de la población de riesgo, pero en su lugar, cientos de jóvenes (la edad media de los nuevos voluntarios no llega a los 34 años) dieron un paso al frente para ofrecerse a hacer tareas tanto presenciales como telefónicas y de forma individual o en grupo. Uno de estos voluntarios, M.A.A, nos cuenta su experiencia:
«Al comenzar el confinamiento me ofrecí a Cáritas Diocesana de Madrid como voluntario, para las tareas en las que consideraran que pudiera ser útil. Rápidamente recibí respuesta en forma de bienvenida y de formación tanto en lo referete a Cáritas en sí, como a las posibles tareas que pudiera desempeñar. Se me propuso realizar, entre otras cosas, una labor de apoyo semanal en el reparto de alimentos organizada por el equipo de Cáritas en la Parroquia e la Preciosa Sangre, en La Meseta de Orcasitas.
Cumpliendo con todas las precauciones que indican las autoridades en cuanto a prevención y distancia entre personas comencé mi labor.
Lo primero que me llamó la atención fueron los datos: comprobé que la pandemia se había llevado por delante buena parte del entramado social del barrio, al haber mucha gente que trabajaba temporalmente en labores de economía sumergida: servicio doméstico, cuidado de ancianos, construcción, hostelería… Esto había provocado que familias que no habían necesitado acudir antes a pedir ayuda, se vieran por primera vez en la necesidad de hacerlo.
La parroquia solicitó ayuda externa (y aquí entramos en escena los que formamos parte del nuevo equipo, por ahora temporal) dada la edad de riesgo de muchas de las personas que habitualmente ayudaban al equipo de Cáritas presente allí. Los sacerdotes Queño y Florentino nos acogieron con un cuidado extremo, enseñándonos cada espacio de la comunidad (tuviera o no que ver con nuestra labor) y explicándonos con detalle la situación. Nuestra labor consiste en preparar los lotes de alimentos para cada una de las familias que, desde el equipo de seguimiento de esta Cáritas parroquial se había considerado necesario, incluso imprescindible, apoyar. Luego atendemos a los representantes de las familias que vienen a por sus bolsas, personas muy amables y agradecidas, que comparten con nosotros su complicada situación.
Compartir con los demás voluntarios, los sacerdotes y las personas que acuden a la Parroquia esta experiencia ha sido excepcional. Iglesia doméstica, Dios con nosotros».