Lecturas recomendadas: 32ª semana de Tiempo Ordinario

1. Lectura del Evangelio del Domingo

EVANGELIO
No es Dios de muertos, sino de vivos.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-38

En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:

«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron cono mujer».

Jesús les dijo:

«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.

Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».

Palabra del Señor.

2. Lectura de la Madre Trinidad

Opúsculo, 17. Porque creo en la vida eterna, me abraso en mis nostalgias por el encuentro definitivo con el amado, pp.99

Y enaltecida por la fe de Abraham, «Padre de todos los creyentes», repleta de esperanza en las promesas de Dios, y encendida en las llamas refrigerantes del Espíritu Santo, vuelvo a entonar mi canción de:

Yo tengo fe… Y «creo en la vida eterna». «¡Oh qué misterio tan verdadero es el de la Eternidad…! –escribía el 10 de noviembre de 1961–. Toda mi alma, iluminada por la fe, está reventando en felicidad de tanto tener esperanza en la Eternidad.

Experimento que mi vida es un trasunto de ese día eterno en el cual, cerrando los ojos al destierro, me encontraré cara a cara, para siempre, contemplando al Ser en su ser reventando en Tres… ¡Para siempre…!