Lecturas recomendadas: 31ª semana de Tiempo Ordinario

1. Lectura del Evangelio del Domingo

EVANGELIO
El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 19, 1 – 10

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.

En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:

«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».

Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:

«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».

Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:

«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».

Jesús le dijo:

«Hoy ha sido la salvación de esta casa; pues también este es hijo de Abrahán.

Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Palabra del Señor.

2. Lectura de la Madre Trinidad

Opúsculo, 4. En bienaventuranza se ha convertido mi culpa para mi alma dolorida ante Jesús crucificado, pp.39-49

El misterio maravilloso de la encarnación, vida, muerte y resurrección de Cristo, ha sido realizado por el poder infinito y coeterno de la adorable Trinidad, a consecuencia y como consecuencia de haberse rebelado la criatura contra la voluntad infinita de la Excelencia de Dios, ofendiendo a su subsistente e infinita Santidad; para redimirnos y reconciliarnos nuevamente con Él, y para la realización de sus planes eternos, perfectos y acabados, sobre nosotros, al habernos creado a su imagen y semejanza para que le poseyéramos.

Si el hombre no hubiera pecado, Dios no se hubiera encarnado, ni hubiera tenido, para la manifestación del esplendor de su gloria en desbordamiento de compasión, que derramarse sobre nuestra miseria; la cual llevó al Cristo del Padre, el Ungido de Yahvé, a muerte ignominiosa de crucifixión, como víctima expiatoria de reparación infinita ante el Dios tres veces Santo ofendido; y, cual Cordero inmaculado, a ofrecer su vida en inmolación como rescate que quita los pecados del hombre caído al rebelarse contra el Creador.