Lecturas recomendadas: 13ª semana de Tiempo Ordinario

1. Lectura del Evangelio del 13º Domingo de tiempo ordinario

EVANGELIO
Contigo hablo, niña, levántate.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 5, 21-24. 35b-43

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al mar.

Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:

«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».

Se fue con él y lo seguía mucha gente.

Llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:

«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?».

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:

«No temas; basta que tengas fe».

No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo:

«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida».

Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo:

«Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»).

La niña se levanto inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor.

2. Lectura de la Madre Trinidad

 La promesa de la Nueva Alianza. Opúsculo 2. Página 3

¡Oh Sabiduría del Inmenso Poder, que trasciendes el entender del hombre a distancia infinita, y que muestras, con un querer de tu voluntad, los prodigios más insospechados para nuestra mente acostumbrada al egoísmo y a la pequeñez de nuestro ser y actuar…!; ¡Sabiduría infinita, que esplendorosamente descubres la infinitud de tu amor en promesas divinas y eternas de donación y entrega…!

¡Oh Esplendidez espléndida de la Luz Increada, que avasallas con el soplo de tu boca la oscuridad de las tinieblas, y que muestras, en resplandores de luz eterna, los refulgentes y centelleantes soles de tu infinita sabiduría…! Cuando tu luz invade mi ser con un destelle de tus infinitas pupilas, mi pobre alma cae adorante en tierra, en un éxtasis de rendición total que, delirante de amor, me hace rebosar en resplandores refulgentes de amorosa sabiduría.