Lecturas de preparación del Domingo de la XI semana de Tiempo Ordinario

1. Lectura del Evangelio del Domingo del XI Domingo de Tiempo Ordinario.

EVANGELIO
Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas

Lectura del santo Evangelio según San Marcos, Mc 4, 26-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

-«El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»

Dijo también:

—«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.»

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

Palabra del Señor.

2. Lectura de la Madre Trinidad

“Alas de águila”, Opúsculo 13, pp. 83

Es corto el camino que conduce a la Vida. Es corto porque están contados los días de los hombres que por él caminan. Es corto porque estamos creados para la Eternidad, para el día luminoso de la Luz, para el encuentro del Padre, y este camino que nos conduce a la Patria es sólo camino, peregrinación a través del destierro que nos lleva irremisiblemente a las fronteras del más allá.

Se ha grabado en mi mente, en mi corazón dolorido por la dureza de la vida, por la incomprensión de los hombres, por la traición de muchos que se llamaron míos, por la carcajada de los que me desprecian y por la muchedumbre de los que no me reciben…; sí, se ha grabado, ante mi mirada asombrada, un camino corto por el que todos caminábamos presurosos: eran los días de la vida en el destierro.

Tan presurosos caminábamos, que vertiginosamente corríamos en velocidad simultánea, sin podernos detener ni poder tampoco adelantar, puesto que el tiempo es una medida para todos igual.