La catedral de la Almudena acogió el pasado viernes, 3 de septiembre, la primera vigilia de oración de jóvenes del curso, en la que algunos de los presentes dieron testimonio de las actividades de verano. Tal fue el caso de Diego, que participó junto a medio centenar de universitarios en el Camino de Santiago organizado por la Pastoral Universitaria, y del que extrajeron una gran lección: «La fe hay que compartirla y vivirla todos juntos», ya que «el Señor se sirve de unos y de otros como instrumentos para llevarnos a todos al cielo».
Fueron 140 kilómetros del Camino Portugués que iniciaron en Fátima, «de la mejor manera posible», poniendo en manos de la Virgen toda la peregrinación. La Eucaristía diaria, la oración, el rosario y las conversaciones entre ellos «nos permitió acercarnos más a Dios internamente».
Ya en su meditación, el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, se refirió al Evangelio del domingo, que se proclamó durante la vigilia, en la que Jesús cura a un sordomudo. A veces, aseguró, no solamente «tenemos cerrado el oído para escuchar», sino «también parada la lengua para comunicar». «Que todo en nosotros sea apertura para escuchar la voz del Espíritu», deseó al hilo de esa palabra pronunciada por Jesús, «Effetá», y animó a los jóvenes a preguntarse si «no estaremos cerrados demasiado en nosotros mismos».
El sordomudo, que «no logra entender lo que dicen y no puede decir lo que quiere», describió el cardenal Osoro, es una figura «representativa de muchas de las cerrazones que tenemos también en nuestra vida como discípulos de Jesús». Representa las resistencias que el hombre tiene «a vivir relaciones auténticas, a vivir en la libertad interior».
Encuentro con Jesucristo que cambia vidas
Pero el encuentro con Jesús le «cambió la vida». «Dejemos que el Señor nos encuentre —animó el arzobispo—, pongámonos a tiro para que el Señor entre en nuestra vida y nos quite las sorderas para oír nuestros propios gritos en lo más profundo de nuestra vida, que es aquello que necesitamos y queremos de verdad, y para escuchar los gritos de las personas que viven a nuestro alrededor».
Jesús curó a este hombre del Evangelio con la saliva, que era un signo «terapéutico», explicó el purpurado, era «curar con la propia vida», y eso es lo mismo «que quiere hacer con nosotros». Él, que es la «verdadera salvación», quiere que cada uno «despierte la vida» de los hombres y mujeres, «ayudándoles a escuchar la llamada a vivir plenamente». «Ábrete a la comprensión —continuó—, ábrete a la ayuda, ábrete a la solidaridad, ábrete a dar la mano a aquel que no piensa como tú…». En definitiva, «ábrete a Dios». El «Effetá de Jesús es para ti y para mí», concluyó el cardenal Osoro.