«Si me amáis». Así empieza Jesús el Evangelio de hoy porque nos quiere hablar del núcleo del mensaje cristiano: el amor. Todo el plan de Dios es amor de Él hacia nosotros y debe ser respuesta de amor a Él por nuestra parte.
Ya Dios había dicho en el Antiguo Testamento que el primer mandamiento era “amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas, con todo tu ser”. Ya Jesús les había explicado en sus enseñanzas que el resumen de toda la ley y los profetas era amar a Dios sobre todo y al prójimo como a uno mismo. En la Última Cena, les dejará el mandamiento nuevo del amor: “amaos unos a otros como Yo os he amado”.
Y en el marco de esa Última Cena, durante lo que se llama la «oración sacerdotal», a continuación de ese mandamiento nuevo del amor, encontramos el Evangelio de hoy. En él, Jesús nos dice que, si lo amamos, conseguiremos tres cosas:
- Primera: guardar sus mandamientos. Todos tenemos la experiencia de que, si amamos de verdad a alguien y ese alguien nos pide algo, lo hacemos sin dudar, con alegría, con prontitud, casi sin esfuerzo. Y también tenemos la experiencia de cuánto cuesta hacer lo que nos dice alguien que nos cae mal o nos ha hecho una faena… ¿Guardo los mandamientos con alegría? Amo. ¿Me cuestan? Amo poco. Necesitamos amar para guardar los mandamientos.
- Segunda: recibir la revelación de Jesús, es decir, conocer el misterio de Dios, dejar al Señor que deposite en nuestro corazón sus confidencias como hizo con S. Juan en esa Última Cena. Porque Dios no es solo un conjunto de conocimientos, de ideas, de conceptos, de lecciones como en clase… Dios es sabiduría amorosa, como dice la Madre Trinidad, y hay que conocerlo como es. No basta con saberse de memoria lo que Jesús dijo, hay que amarlo. Necesitamos amar para conocer el misterio de Dios.
- Y tercera: unirnos con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Jesús aquí nos está explicando que Él está en el Padre y el Padre en Él, nos está hablando del Espíritu Santo… Nos está revelando nuestro fin, la cumbre de todo el Plan de Dios, nuestra razón de ser, el sentido de nuestra existencia, la repletura de nuestro ser: la comunión con Dios, en una unión sabrosa, profunda, intensa, pacífica, plena. Necesitamos amar para unirnos con Dios.
¡Qué importante y necesario es el amor! Como siempre, Jesús nos muestra el camino y nos acompaña por él. Nos ilumina con sus enseñanzas y nos da la fuerza necesaria para cumplirlas. ¿Y cómo nos ayuda esta vez? Nos promete ni más ni menos que el envío del Espíritu Santo, que es el amor en Persona del Padre y del Hijo. Lo envió a los Apóstoles en Pentecostés y nos lo quiere volver a enviar a nosotros dentro de dos semanas.
Mañana, por fin, si Dios quiere, retomaremos el culto público con algunas restricciones. ¡Qué ganas tenemos de hacerlo! Pues hagámoslo con esta petición especial: «Señor, aumenta nuestro amor». La caridad es una de las tres virtudes teologales, nos pone en relación con Dios, y por tanto tenemos que pedírsela a Él. Después de todo lo que hemos pasado, y previendo lo que nos queda, pidamos a Dios, por intercesión de María, que nos envíe el Espíritu Santo para que nos renueve, nos fortalezca y nos llene de su amor, el amor infinito. Así, conseguiremos guardar los mandamientos, conocer a Dios y vivir en comunión con el Padre, el Hijo y el mismo Espíritu Santo.