Comienzo con un agradecimiento sincero al Papa Francisco por estos años de ministerio como sucesor de Pedro, no buscando honores, sino servir a Cristo como obispo de Roma y pastor de la Iglesia universal, ayudando a toda la Iglesia a entrar en una nueva etapa histórica que ya ha comenzado en la que tenemos que seguir anunciado el Evangelio. Gracias por el servicio y la entrega que has realizado con tu vida desde la naturaleza que tiene la misión confiada y que la vives con una entrega total a la Iglesia y al servicio de todos los hombres.
Papa Francisco, han sido estos diez años de pontificado años de entrega generosa al servicio de la misión confiada por Jesucristo, años de gracia. Muchos se han acercado a la Iglesia de la que estaban lejos; han agradecido que se mirase a todos los hombres como lo hizo Jesucristo. Sabes que ser Pontífice es un servicio: se te pidió disponibilidad absoluta, una generosa entrega interior, sencillez y disponibilidad… y que tu vida fuera para imitar al Maestro y Señor que no vino a ser servido sino a servir (cf. Mt 20, 28). Y así lo has hecho y lo sigues haciendo. Gracias por tu misión. Has sido muy consciente de lo que el Señor hizo en la última cena, cuando se puso a lavar los pies a los apóstoles, y sobre todo de que les ordenó que ellos hicieran lo mismo (cf. Jn 13, 13-14). Con tu manera de ser y de vivir has llegado al corazón de los hombres y mujeres de buena voluntad, tanto de los que creen como de aquellos que no. Para todos has sido pregunta e interpelación, cercanía y abrazo de Dios, pues en todos han encontrado eco tus palabras y tu ejemplo.
Gracias, Papa Francisco, por la confesión de Cristo que, como sucesor de Pedro, vienes haciendo en nombre de los apóstoles. Tú haces su misma profesión de fe, diciendo permanentemente: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo» (Mt 16, 16). Tus antecesores en la silla de Pedro realizaron también esta confesión, pues así os hacíais guías en la profesión de fe en Cristo. ¡Qué fuerza, ejemplo y hondura alcanza para toda la Iglesia que la cátedra de Pedro, en Roma, sea ante todo cátedra de este credo, desde la que se lanza al mundo esa afirmación de que «Jesús es el Señor»! Y tú lo haces tocando el corazón de todos. ¡Cuántas conversaciones con obispos! ¡Cuántos encuentros con creyentes, con no creyentes, con hombres y mujeres de toda condición, de lugares y culturas muy distintas del mundo, con posiciones diferentes con respecto a Dios y a su Iglesia! Pero siempre teniendo presente aquellas palabras de Jesús: «Pastorea mis ovejas» (cf. Jn 21, 15-19). Gracias por ser, en medio de este mundo, signo de fe, de unidad, de reconciliación… Tus encuentros y viajes son una peregrinación, son signo y crean unidad, la que da la fe, al tiempo que expresan reconciliación.
Contigo, Papa Francisco, sentimos y vivimos esa seguridad que, como Pedro, tú sigues afirmando ante el Señor en momentos de crisis, dudas, conflictos e inseguridades de los discípulos. Cuando algunos querían irse, Pedro señaló: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6, 69). Y tú lo afirmas ahora taxativamente.
La comunión contigo, Papa Francisco, puesto por el Señor como fundamento visible de unidad en la fe y en la caridad, es garantía del vínculo de unión que tenemos con Cristo pastor e inserta a las iglesias particulares en el misterio de la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Gracias por tu entrega y por darnos dirección en la misión de anunciar a Cristo.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, Cardenal Osoro Sierra
Arzobispo de Madrid