Francisco tenía preparada una sorpresa tras el rezo del Angelus este domingo en la Plaza de San Pedro: su decisión de prolongar durante un año más de lo previsto el «Sínodo sobre la sinodalidad» en el que embarcó a la Iglesia en 2020 y que tuvo una primera sesión el 10 de octubre de 2021.
Sin prisa
Actualmente, dijo, se está en un proceso de «escucha y discernimiento» en las Iglesias locales: «Los frutos del proceso sinodal son muchos, pero para que alcancen su plena maduración es necesario no tener prisa. Por tanto, con la finalidad de disponer de un tiempo de discernimiento más extenso, he establecido que esta asamblea sinodal se desenvolverá en dos sesiones: la primera, del 4 al 29 de octubre de 2023, y la segunda en octubre de 2024. Confío en que esa decisión pueda favorecer la comprensión de la sinodalidad como dimensión constitutiva de la Iglesia, y ayudar a todos a vivirla».
La Plaza de San Pedro estaba significativamente más llena de lo que es habitual en los Ángelus de los últimos meses, probablemente por la presencia aún en Roma de los miles de miembros de Comunión y Liberación venidos de toda Italia y de todo el mundo que la abarrotaron este sábado en el centenario de su fundador, Luigi Giussani.
Volver a las jaculatorias
Para todos los presentes, antes del rezo del Ángelus, Francisco glosó el Evangelio del domingo, que nos invita a interrogarnos sobre qué encontraría Jesús en cada uno de nosotros si viniese hoy de nuevo a la tierra: «Nos concentramos sobre muchas cosas urgentes, pero no necesarias, de muchas realidades secundarias, sin darnos cuenta de que descuidamos lo que más cuenta, y dejamos que nuestro amor a Dios se vaya enfriando«.
El remedio para reactivar la fe es «la oración«, dijo el Papa, que es «la medicina reconstituyente del alma». Debe ser una oración «constante» y «regular»: «No se puede vivir solo de momentos fuertes o de encuentros intensos de vez en cuando».
Necesitamos «el agua cotidiana de la oración, un tiempo dedicado a Dios de modo que Él pueda entrar en nuestro tiempo, en nuestra historia, momentos constantes en los que le abrimos el corazón para nutrir nuestra fe».
Para «rezar siempre», Francisco recomendó «una práctica espiritual sabia aunque hoy un poco olvidada, que los ancianos, y sobre todo las abuelas, conocen bien: las jaculatorias«. Son «brevísimas oraciones, fáciles de memorizar, que podemos repetir con frecuencia durante la jornada para estar sintonizados con el Señor».
Puso algunos ejemplos:
-al levantarse: «Señor, te doy las gracias y te ofrezco esta jornada»;
-antes de cualquier actividad: «Ven, Espíritu Santo»;
-entre unas actividades y otras: «Jesús, confío en ti», o «Jesús, te amo».
Estas pequeñas oraciones «nos mantienen en contacto con el Señor: ¡cuántas veces mandamos pequeños mensajes a las personas a quienes queremos! Hagámoslo también con el Señor para que nuestro corazón esté siempre en contacto con Él».
Francisco concluyó sus palabras con un viejo consejo suyo: llevar siempre encima un pequeño Evangelio de bolsillo para aprovechar cualquier momento y leer uno u otro pasaje en el que encontrar las respuestas de Dios a nuestras oraciones.