El Seminario Conciliar de Madrid ha iniciado este curso 2022-2023 con 84 jóvenes en proceso de formación, de los cuales 17 son de nueva incorporación. «Hay que seguir pidiendo al dueño de la mies obreros a su mies», asegura el rector, José Antonio Álvarez.
En un encuentro con varios medios para dar a conocer el seminario y sus instalaciones, Álvarez se ha referido al itinerario formativo de estos jóvenes, siguiendo las indicaciones del Papa Francisco de formar «pastores misioneros». Un total de 12 sacerdotes, entre formadores, directores espirituales y él mismo, acompañan a unos chavales que suelen llegar en torno a los 23-24 años (habiendo acabado sus estudios superiores) y que son «hijos de su tiempo».
A esto se refiere el rector cuando habla de los retos formativos actuales del futuro sacerdote. Tienen «grandes ilusiones», son chicos «muy generosos, con deseos de vivir en plenitud, pero también hay que ayudarlos a que vivan con fidelidad» y con «autenticidad». La cultura hoy es muy «individualista», marcada con la «emotividad» y el «sensacionalismo». Pero «reconocer la llamada del Señor» lleva a comprender que la vida hay que vivirla «en el amor verdadero», que «es entrega». Por eso, en el seminario se ayuda al joven a que «ese sí» que ha dado al Señor «se mantenga todos los días de su vida, en cada situación y acontecimiento».
En su formación, además, hay dos notas importantes: la dimensión comunitaria, «porque estos jóvenes van a ser pastores en una comunidad», y el impulso misionero, porque «vivimos para evangelizar». Son dos líneas transversales a los cuatro pilares formativos del seminario: humano, espiritual, intelectual y pastoral.
En este sentido, tanto José Antonio Álvarez como Fernando Murga, uno de los formadores presentes en el encuentro, han destacado la formación humana. «Es esencial —ha subrayado el primero— hacer hombres libres y maduros que den respuesta a lo que esta Iglesia quiere, que es el bien de los hombres y especialmente de los más vulnerables».
Murga ha apuntado que, igual que Cristo hizo con los apóstoles, que los sacó del mundo para devolverlos a él, así se hace en el seminario. «Vienen del mundo y van al mundo, y tienen que saber dar respuestas». «Tienen que ser expertos en humanidad». Algo que se va integrando ya en el tiempo del seminario. Se aprecia cómo va cambiando su mirada, observa el formador, pero también la de quienes los rodean: «Se acercan a ellos buscando algo que les ayuda a encontrar en sí mismos lo que los seminaristas han descubierto».
El día centrado en Cristo
En el encuentro han participado Sergio García (35 años) y Borja Lizarraga (30 años), dos de los seminaristas que han explicado cómo en estos años se han conocido más a a sí mismos, a Dios y a los demás. Han ido cayendo las máscaras que traían de fuera y se han sabido amados por Dios tal y como son.
Las relaciones, así, van cambiando. Si en sus propias familias hubo cierta resistencia inicial, «lo que en un principio vieron como un “nos quitan a mi hijo”, acaban viéndolo como un don», sostiene el rector. Y también con sus amigos, con quienes «tocas temas que igual antes no», explica Borja. «Hay una confianza distinta, de abrir más el corazón». «El miedo inicial a contar que vas al seminario —añade Sergio— se transforma en una amistad más profunda».
A pesar de lo que les pudiera parecer inicialmente, «tu vida en el seminario no se rompe, se transforma». Comienzan el día a las 7:15 horas en la capilla de su comunidad [hay seis, una por curso], con una hora de oración. Después, el desayuno y tras esto, a clase. Todos estudian Teología en la Universidad San Dámaso. Se reúnen de nuevo para comer en el seminario y, tras esto, hay tiempo para hacer vida de comunidad, estar juntos charlando, estudiar… La jornada acaba rezando juntos y celebrando la Eucaristía.
Los seminaristas también tienen tiempo para jugar al fútbol o bajar al gimnasio —«Mens sana in corpore sano», recuerda el rector—, jugar al billar, y momentos de cinefórum, salidas culturales… Y, por supuesto, sacan hueco para lavarse la ropa, plancharla, arreglar su habitación… Los que ya están en la última etapa, de pastoral, se desplazan los fines de semana a la parroquia asignada, donde acompañan la vida parroquial.
La pandemia, reconoce Álvarez, ha hecho que muchos jóvenes se planteen el sentido de su vida. Por eso, anima a estar atento: «Dios está vivo y sigue llamando».
Más información en la web del Seminario Conciliar de Madrid.