Llevo unas cuantas semanas pensando en voz alta sobre aspectos diversos de la familia cristiana. Y hoy he sentido la necesidad de hacerlo de nuevo al meditar las palabras que Jesús dirigió a la familia de Lázaro a través de Marta: «María ha escogido la mejor parte», en referencia a la atención que prestaba a la conversación con Él. Hoy, viendo el panorama de la humanidad y lo que puede aportar la familia cristiana en su construcción, me he decidido a hablaros de la familia cristiana como proyecto de fraternidad y de paz que regala a este mundo.
En estos momentos de enfrentamientos y rupturas, ¿por qué no somos capaces de engendrar vida plena? Ver rotas la fraternidad y la paz nos produce tristeza y los cristianos tenemos la obligación de recuperarlas. Hemos de transformar las estructuras, crear puentes y no muros, iluminar el pensamiento, acercar a los demás la novedad del Evangelio… ¿Qué puede aportar una familia cristiana para que se desarrollen proyectos de paz y de fraternidad? La familia cristiana se construye desde el amor, no desde cualquier amor. El amor de Jesucristo entra y configura todas las relaciones de quienes componen el núcleo de la familia, padres e hijos. Mirad, cuando dejamos que entren el amor y la paz de Cristo en nuestras vidas, en nuestras casas, en todos los corazones de los miembros de nuestras familias, se generan un tipo de relaciones tan diferentes, tan nuevas, que estamos pendientes los unos de los otros, nos necesitamos los unos a los otros y nos enriquecemos regalando ese amor que no sigue las estrategias del mundo, sino el camino de la mansedumbre y el de la cruz. Nos volvemos conscientes de que el ser humano no puede vivir sin amor. Te lo aseguro, si quieres comprenderte a ti mismo hasta el fondo, tienes que acercarte a Jesucristo. Y en este acercamiento se te revela que has de tomar la decisión de hacerte cargo de los otros, al estilo y a la manera de Jesucristo. Y ello te lleva a construir la verdadera paz, que nada tiene que ver con la paz armada que con frecuencia es la que construimos los hombres. Tú alcanzas la paz y la fraternidad con las armas del Evangelio: oración, ternura, perdón, amor gratuito, amor al prójimo.
La familia cristiana es y ha de buscar siempre ser verdadera escuela de paz y fraternidad. Es la verdadera impulsora de una transformación de la sociedad cuando vive del amor y con el amor de Jesucristo. Se convierte en motor fundamental para cambiar el mundo cuando cambia el corazón de cada miembro, cuando todos dejan habitarse por el amor de Jesucristo, que siempre nos vacía del mal, del egoísmo, de mirar para nosotros mismos, que nos hace salir de nosotros para llevar a otros el amor. La familia cristiana que se toma en serio su vocación es dadora y comunicadora del amor mismo de Dios, tal y como nos ha sido revelado por Jesucristo.
Nunca perdamos la senda de la paz, no ignoremos a Dios, pues ello nos llevará siempre a convivir con nuestras falsedades, alimentando la agresividad, rompiendo la vida y acumulando armas que nos impiden ser custodios del prójimo. No eliminemos a Dios de nuestras vidas, pues es ignorar el fundamento de la verdadera arquitectura de la paz; nos lleva al aislamiento, a encerrarnos en nosotros mismos, a buscar nuestros propios intereses, que no son caminos de esperanza… Allí donde hay una familia cristiana que verdaderamente vive del amor de Jesucristo, se entrega Buena Noticia y se opta por una cultura del cuidado de la persona, de todas las personas. El amor de Dios, que es indispensable en la familia cristiana, obra maravillas y contagia una manera de ser y de vivir que transforma la sociedad.
En la antigüedad, en el mundo pagano, la familia cristiana fue adquiriendo prestigio por lo que regalaba a la sociedad. La crisis de la familia ha de ser una preocupación social y, por supuesto, de la Iglesia, dado que la familia cristiana orienta el desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad, respetando y promoviendo en toda su dimensión la persona humana. ¡Qué maravilla es descubrir que la familia cristiana alienta a la humanidad a ponerse al servicio de la vida, a celebrarla, a servirla, a cultivarla!
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, Cardenal Osoro Sierra
Arzobispo de Madrid