Ante 50.000 fieles que abarrotaban una Plaza de San Pedro decorada con 45.000 flores provenientes de los Países Bajos, el Papa Francisco ha celebrado este domingo la Misa de Pascua de Resurrección y posteriormente se ha dirigido a toda la Iglesia para impartir la bendición Urbi et Orbi. Con ella, el Papa ofrece la posibilidad de obtener indulgencia plenaria no solo a los asistentes, sino también a todos los que asistieron a través de medios de comunicación y redes sociales.
La celebración de la misa de Pascua comenzó con el rito del «Resurrexit» en la explanada de San Pedro, con la apertura de los diáconos de las puertas del icono del Santísimo Salvador que el Papa inciensó ante la multitud.
La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, recuerda las palabras de Pedro: «Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén», para luego decir que es «juez de vivos y muertos» y que «que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados«: «Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra», invita la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses, porque «Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él».
Tras el canto de la Secuencia Pascual, se proclamó el Evangelio de San Juan en latín y griego, que relata el descubrimiento del sepulcro vacío y el descontento de los discípulos por no haber entendido aún la Escritura, «que iba a resucitar de entre los muertos».
El Papa Francisco, durante la celebración de la Santa Misa este Domingo de Resurrección.
Los fieles, exhortados a ir y orar por la paz
Tras un silencio que siguió a la proclamación del Evangelio, se procedió a la oración de los fieles en varias lenguas, haciendo un llamamiento a los gobernantes para que busquen el bien común y la concordia.
También se rezó en ucraniano por los difuntos, para que participen de la Pascua eterna.
Tras la Comunión, la bendición del Papa Francisco concluyó con la celebración, exhortando a los fieles a «ir en paz», una paz que «hoy hay que pedir con insistencia y oración».
Al final de la celebración, Francisco saludó a los fieles desde el «papamóvil» deteniéndose para devolver un gesto de afecto a un grupo de ellos. El jeep lleva al Papa por la Via della Conciliazione, como sucedía desde hace tiempo, en medio de la alegría de los que se agolpan en la calle. Un recorrido que, tras el Domingo de Ramos, se repitió y que marca una esperada vuelta a la normalidad. Concluida la Santa Misa, el Papa Francisco se dispuso a impartir la bendición Urbi et Orbi.
«No es una ilusión: Cristo ha resucitado»
Antes de impartir la bendición Urbi et Orbi, Francisco comparó las miradas de los asistentes de aquellos a los que se apareció Jesús resucitado con las de «esta Pascua de guerra»: «Hemos visto demasiada sangre y violencia. Nos cuesta creer que Jesús haya resucitado y vencido a la muerte».
Sin embargo, añadió, «no es una ilusión: hoy más que nunca resuena el anuncio Pascual de que Cristo verdaderamente ha resucitado».
Tras recordar la Pascua de 2020 marcada por la pandemia del Covid-19 -que dejó «marcas profundas»-, Francisco se ha detenido en la actual guerra de Rusia y Ucrania para denunciar que «tenemos en nosotros el espíritu de Caín que mira a Abel no como un hermano sino como a un rival y piensa en cómo eliminarlo».
Por ello, «necesitamos al Crucificado, para creer en el amor y para que, poniéndose en medio de nosotros, vuelva a decir: `La Paz esté con vosotros´. Solo Él puede hacerlo, porque lleva nuestras heridas».
«Dejemos entrar la Paz de Cristo en nuestras vidas, en nuestras casa y en nuestros países», exhortó el Papa antes de impartir la bendición.
«Tener paz, estar en paz y vivir en paz»
Unas heridas que son «doblemente nuestras» -porque nosotros se las causamos con nuestros pecados y porque Él las lleva por nosotros- y que son «un sello indeleble de su amor por nosotros, una intercesión perenne para que el Padre Celestial las vea y tenga misericordia de nosotros y del mundo entero. Son el signo de la lucha que combatió y venció por nosotros con las armas del amor, para que pudiéramos tener paz, estar en paz y vivir en paz«.
«Dejemos entrar la Paz de Cristo en nuestras vidas, en nuestras casa y en nuestros países», exhortó.
Acto seguido, Francisco mostró su deseo de que la paz alcance a todo el mundo, pero especialmente a «la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata».
El Papa aseguró llevar en su corazón a las numerosas víctimas ucranianas, a los millones de desplazados internos, a las familias divididas, a los ancianos que se han quedado solos y a las ciudades arrasadas.
«Tengo ante mis ojos la mirada de los niños que se quedaron huérfanos y huyeron de la guerra. Mirando sus ojos hemos de percibir su grito de dolor y de muchos otros niños que sufren en todo el mundo, que mueren de hambre, de falta de atención, que son víctimas de abusos y violencia y aquellos a los que se les ha negado el derecho de nacer«, expresó.
Francisco, segundos antes de impartir la bendición Urbi et Orbi ante una abarrotada Plaza de San Pedro.
La acogida, un signo de esperanza ante la guerra
Junto con Ucrania, Francisco mencionó y recordó a todos los países del mundo que se encuentran actualmente asolados por la guerra, la muerte y la dificultad, y expresó su deseo de «que un nuevo amanecer de esperanza» caiga «sobre esta noche de sufrimiento y de muerte, que se erija la paz».
También expresó su alegría de que en medio de la guerra, «no falten signos esperanzadores como son las puertas abiertas de tantas familias y comunidades que acogen refugiados» y exhortó a que nos «dejemos vencer por la Paz de Cristo».
«La paz es posible, es necesaria, y es la principal responsabilidad de todos», expresó.
Acto seguido, Francisco impartió la bendición Urbi et Orbi, que permite a los asistentes gozar de la indulgencia plenaria cumpliendo con las condiciones habituales.