Como cada domingo, el Papa Francisco se ha asomado puntualmente a su balcón de San Pedro en el mediodía para comentar el Evangelio, protagonizado por los discípulos que discutían sobre cuál era «el más grande entre ellos».
Siguiendo el hilo conductor de los consejos a los evangelizadores del pasado jueves, Francisco destacó que «servir es hacer como Jesús«.
«La grandeza, a los ojos de Dios, se mide por el servicio»
En su comentario al Evangelio, el Papa ha comenzado destacando que «la grandeza y el éxito, a los ojos de Dios, tiene otro nivel», ya que «se mide por el servicio«. Ejemplificó esta sentencia con la Virgen María, a quien pidió ayuda para comprender que servir, lejos de humillarnos, «nos hace crecer» y recordó que «hay más alegría en dar que en recibir».
Francisco ha señalado el «vuelco» que inaugura el Señor en «los criterios que marcan» lo importante a la hora de cómo se valora a la persona. Este valor, dice, «ya no depende del papel que desempeña, del éxito, del trabajo o del dinero que tiene«, sino que el éxito a los ojos de Dios tiene otro nivel. «Se mide por el servicio. No por lo que se tiene, sino por lo que se da».
El Papa también señaló que ‘hoy en día la palabra ‘servicio’ parece un poco desgastada por el uso”, todo lo contrario a la actualidad que ofrece el Evangelio, y que le da «un significado preciso y concreto». Servir no es una expresión de cortesía, explicó, «es hacer como Jesús, que, resumiendo su vida en pocas palabras, dijo que había venido `no a ser servido, sino a servir´».
La entrega a los demás, una escuela donde aprender a ser más libres
En este sentido, Francisco profundizó en la vocación de servicio de todas las personas hasta afirmar que «nuestra fidelidad al Señor depende de nuestra voluntad de servir. «A medida que crecemos en el cuidado y la disponibilidad hacia los demás, nos volvemos más libres por dentro», «más parecidos a Jesús» y «más sentimos la presencia de Dios». Especialmente, «cuando servimos a los que no tienen nada que devolvernos, los pobres, abrazando sus dificultades y necesidades con tierna compasión: ahí descubrimos que a su vez somos amados y abrazados por Dios».
Por esta razón —prosiguió— después de haber hablado de la primacía del servicio, Jesús hace un gesto para ilustrarlo: “Toma un niño y lo coloca en medio de los discípulos, en el centro, en el lugar más importante».
Este gesto, explica, «no simboliza tanto la inocencia como la pequeñez», sino que señala «a quien servir: a los que necesitan recibir y no tienen nada que dar«.
«Acogiendo a los que están en los márgenes, desatendidos, acogemos a Jesús, porque Él está ahí. Y en un pequeño, en un pobre al que servimos, también nosotros recibimos el tierno abrazo de Dios».
El Papa concluyó invitando a los fieles a preguntarse si, como Jesús, se dedican a «los pequeños» o, como los apóstoles, a sí mismos.
“Yo, que sigo a Jesús, ¿me intereso por los más abandonados? ¿O, como los discípulos aquel día, busco la gratificación personal? ¿Entiendo la vida como una competición para abrirme un hueco a costa de los demás, o creo que sobresalir es servir? Y, concretamente: ¿dedico tiempo a algún ‘pequeño’, a una persona que no tiene medios para corresponder? ¿Me ocupo de alguien que no puede devolverme el favor, o sólo de mis familiares y amigos?”